Al abrir los ojos Sofía sintió sus sienes palpitar con violencia. La oscuridad no le permitía discernir el paisaje circundante pero presentía que no se hallaba en su hábitat. Sentía los ojos hundirse en su cráneo y podía oír su propio corazón golpear pesadamente contra su pecho. Un olor agrio flotaba en el ambiente.
No lograba despertarse del todo. Pasaría un largo rato hasta que pudiera hilar sus pensamientos de forma siquiera coherente. Los recuerdos se entrechocaban en su mente como instantes iluminados por un flash. Una milésima de segundo. Un gran rompecabezas incongruente.
El cuaderno. Casa de ladrillos. Su sonrisa, su perfecta sonrisa. Un espejo rajado. Té de vainilla. Nebulosa. Una voz guiándola. El auto en movimiento. Un pensamiento reconfortante: Vamos a casa.
Y ahora esta oscuridad tan extraña y la certeza de no pertenecer.
Intentó incorporarse. Sintió la cabeza pesada y el cuerpo sin fuerzas para sostenerla. Volvió a desvanecerse.
Pasaron horas vacías, arrastrándose lentas y pegajosas sobre su frente, sus mejillas, su garganta. La siguiente vez que abrió los ojos pudo sentirse más viva, más alerta.
Antes de cualquier esfuerzo inútil palpó a su alrededor en ciego reconocimiento, intentando captar el entorno. El acolchado era suave y desconocido, dos almohadas grandes casi la abrazaban. A su lado un bulto pequeño y peludo le hacía compañía. Sus manos adivinaron un muñeco de peluche maltrecho, ajado por los años. No estaba lo suficientemente despierta para poder comprender lo que el descubrimiento le trasmitía. Optó por olvidarlo.
Sus sentidos comenzaban a desperezarse. La oscuridad ya no era tan espesa.
Tratando de no realizar movimientos bruscos, logró erguirse sobre sus antebrazos. La cabeza pesaba menos, el palpitar en sus sienes había disminuido.
Divisó una puerta no muy lejos de la cama. Un haz de luz se colaba por debajo y por los costados. Muy tenue. No logró adivinar ninguna ventana.
Sofía no estaba asustada. Le preocupaba no saber qué había sucedido ni dónde se hallaba, pero confiaba en obtener una respuesta pronta y coherente por parte de Luca.
-Luca... -le sonrió embobada a la oscuridad. Sentía tan íntimo pronunciar su nombre...
Le pareció un acto de caballerosidad el hecho de estar durmiendo en una habitación privada. No recordaba cómo había terminado la velada, pero suponía que se había dormido o se había descompuesto. Estaba segura de que si hubiera pasado algo de mayor relevancia, debería recordarlo.
Resonaban en sus oídos palabras de cuidado, tiernas y reconfortantes. Él iba a mantenerla a salvo, no había de qué preocuparse.
En ningún momento se le cruzó por la cabeza la idea de sus padres desesperados por su paradero. Las adolescentes tienden a subestimar dichas reacciones, creen que cuando sus progenitores sepan que estaba teniendo lugar un hecho de importancia mayor en su vida, todo será perdonado por acto de magia. Olvidarán las palpitaciones, las horas de angustia al teléfono o en el baño. Fue la mejor noche de mi vida, mami; explicarán con una sonrisa asesina de confianzas y consideraciones.
Nada de eso era relevante aún en medio de la oscuridad. Sin embargo, era hora de que se hiciera la luz.
Se levantó despacio. Sus piernas se negaban a soportar su peso, al menos de momento. Decidió darles un tiempo sentada en la cama. Se hallaba presa dentro de su propio malestar, encadenada a la debilidad que le impedía moverse, salir, ver. Sobre todo ver.
Desde afuera se oía una radio como un murmullo apagado. Aguzó el oído pero no fue capaz de identificar ningún otro sonido.
Mientras esperaba en medio de la penumbra, se dio cuenta que no vestía su uniforme escolar. Una oleada de vergüenza se apoderó de su cuerpo y una extraña sensación de calor invadió su interior. Se imaginó las manos de Luca quitándole las ropas. Aquella gastada fantasía suya había tenido lugar mientras se hallaba inconsciente.
Palpó su vestimenta. Era un camisón de algodón que le llegaba por las rodillas. Se ruborizó a más no poder al descubrir que no llevaba corpiño. La mezcla de pudor y deseo se arremolinaba en su interior, revolucionando su cuerpo y terminando de despertarlo.
Se puso de pie. Estiró los brazos y pudo palpar una pared enfrente de ella. La habitación era muy pequeña. Tanteó buscando el interruptor de la luz. Dio pasos muy cortos para no caerse. Aún se sentía muy débil. Fue acercándose a la puerta lentamente. La oscuridad comenzaba a molestarle. Sus manos no hacían más que deslizarse sobre la pared desnuda, nada encontraban. El sonido de la radio se asemejaba a una mosca gigantesca atrapada al otro lado de la puerta. El olor que sintiera al despertar continuaba allí. Olor a quemado, mezclado con un leve aroma a pintura.
Sus manos tropezaron con la llave de luz. La encendió y cerró los ojos arrepentida. No era muy brillante, pero se hallaba en un estado demasiado susceptible.
Oyó una especie de chasquido y la puerta se abrió. La mosca se transformó en bandoneón.
Entreabrió los párpados y pudo distinguir una silueta recortada en el vano de la puerta.
-¡Sofi! –era la voz que esperaba oír.
Luca la tomó entre sus brazos y la guió de vuelta a la cama.
-¿Qué pasó? –logró balbucear Sofía. Sentía que su cabeza volvía a latir, su propia voz le sonaba lejana.
-Te desmayaste. Me asusté porque no sabía qué te pasaba, pero llamé al médico. Dijo que te bajó la presión. Vas a estar bien, no te preocupes. En cuanto mejores te llevo a tu casa.
Sofía volvía a sumirse en su propia oscuridad. Nada importaba demasiado. Sólo aquella voz diciéndole que todo estaría bien, los labios besando su frente y las manos acariciando sus cabellos.
Cuando se hubo dormido, la figura abandonó la habitación y un nuevo chasquido indicó que la puerta volvía a cerrarse desde fuera.
2 comentarios:
Alucinante niña! por cierto soy laura ;) esto cada vez se está poniendo más oscuro !!! me di una vuelta por acá a ver si habías subido alguno nuevo, te mando un beso enorme y me muero de ganas por ver como continua!!!!
Hola Lau! =) Gracias por la visita ^^ No te habia mandado yo este...? O.o
Ya, tranqui, que va saliendo mas rapido ahora :)
Un abrazo!
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