¿Qué es Sed?

Allá por julio del 2007 (sí, quién diría que pasó tanto tiempo, no?), andaba enojada con mi inspiración ausente y decidí sentarme y obligarme a escribir algo. Vino una imagen a mi cabeza. Oscura, extraña. Jugué a describirla. Así surgió el primer capítulo de Sed (que en ese momento para mí era "estacosaquestoyescribiendo").

No soy una persona de esas que finalizan los proyectos que comienzan, pero a medida que surgieron capítulos y la gente se fue enganchando... adquirió este título (provisorio u_u jajaja) y ya no hubo marcha atrás.

Es gracias a ustedes -a su avidez de beber más y más de la trama- que Sed acaba de arribar a su capítulo 50, el último de la historia. Bueno, y a unos cuantos picotones de Pablo (mi novio) n_n

Ahora comienza la etapa de corrección, espero que no se haga demasiado larga... y a ver qué pasa con la editorial, porque tengo pensado publicarlo :D


Quiero agradecerles enormemente el aguante. La paciencia, los comentarios, las críticas, o que sólo hayan leído sin decir nada. Las palabras están para ser leídas, ese es su mayor destino.

Un abrazo gigantesco que los abarque a todos ^^


Sed es una historia que gira en torno a la soledad y la necesidad e idealización del otro. Es una novela salpicada de sangre, algo de sensualidad y mucho misterio.

Los acontecimientos que transcurren en ella, van entrelazando las vidas de los personajes. A veces para bien, a veces para mal... otras para peor.

Los invito a leerla y criticarla con confianza. De eso se alimenta mi escritura.


El contenido de esta historia puede resultar ofensivo para algunas personas, si usted es de esas que se ofenden.... por favor diríjase a otra parte.
Muchas gracias y disculpe las molestias ocasionadas.


Atte, La autora.

7/3/09

.: XXXII :. (Precipitación)

Imagen: The clock

Lágrimas calientes surcaban el rostro de Sofía.

Había regresado al cuarto pequeño sin ventanas envuelta en una bruma de confusión, dolor y miedo.

Apretaba el rostro contra la almohada para ahogar los incesantes sollozos que la asaltaban, haciendo que la tela blanca se fuera tiñendo de color rosado.

El relámpago de horror que iluminara su mente una hora atrás había dejado a su paso sombras perturbadoras. Ya no se fiaba de sus propias determinaciones.

Se hallaba a kilómetros de comprender su situación. Al menos comenzar a hacerse preguntas era el primer paso.

Aquella tarde Sofía había intentado ir más allá de los límites desconocidos para ella. Los besos y caricias de la mañana no alcanzaron para saciar su deseo y quiso más. No se esperaba la expresión de Luca, entre sorprendida y enojada. Menos aún se esperaba el golpe.

Por un instante no existió en el mundo otra cosa que el dolor. Al abrir los ojos inundados de lágrimas el rostro de Luca le pareció una máscara irreconocible, que enseguida se quebró entre palabras de perdón y besos en el labio sangrante que sólo le provocaron mayor dolor.

Lo empujó con todas sus fuerzas, intentó zafarse de sus brazos. Nada de lo que hiciera en aquel momento lograría consolarla.

-Tranquila, por favor, Sofi. Dejame que te cure el labio. No quiero que se te infecte. Eso solo dejame hacer.

Sofía se entregó a sus cuidados. No se sentía capaz de hacer otra cosa. Pero en su cabeza comenzó a dibujarse la idea de volver a casa lo antes posible.

Mientras le aplicaba en el labio partido algo que no hacía más que incrementar su sufrimiento, Luca pronunciaba palabras que resbalaban en la conciencia de Sofía como la lluvia sobre un vidrio empañado.

Ahora sola, a oscuras, con el labio palpitando y el alma en un puño apretado, quiso recordar esas palabras en un intento desesperado por no enloquecer.

Mantener tu virtud intacta.

Controlar nuestros impulsos... sobre todo los míos.

Vas a tener que volver a la caja de cristal.

Las frases flotaban en el aire y Sofía se descubrió deseando explotarlas como si fueran burbujas de jabón. Tal vez de esa manera pudiese dejar de temblar ante la impotencia y la vergüenza que le provocaban las preguntas que ahora comenzaban a amontonarse en su mente.

¿Dónde se había metido? ¿Cuánto conocía en realidad a ese hombre detrás de la puerta? ¿Cuándo había dejado de pensar con la cabeza?

Si sólo hubiese prestado atención a las advertencias de Sebastián...

La oscuridad se cernió sobre ella como las sombras se apoderan de una casa abandonada, donde no hay nadie que encienda las luces ni espante a los fantasmas.

Sin dejar de llorar, Sofía se quedó dormida.


El investigador privado contratado por la familia Salcedo llegó al colegio apenas pasado el mediodía de aquel viernes. No se cruzó con Sebastián -quien figuraba en su lista como "posible sospechoso"- por escasos minutos nada más. López sudaba copiosamente pese a que la temperatura fuese agradable. No le gustaba que lo presionaran ni que le impusieran hipótesis. Él estaba seguro de que la pendeja se había escapado, harta de los límites de aquel matrimonio burgués que creía ser dueño de la verdad sobre todas las cosas.

Se secó la frente con el dorso de la mano y tocó timbre en el portón de la escuela. La empleada de la Administración le dedicó una mirada extraña. No parecía padre de ningún alumno. De hecho no parecía padre en absoluto. La palidez de la joven pareció incrementarse, si era eso posible.

-¿Puedo ayudarlo en algo, señor? –preguntó con una voz que pretendía ser firme.

-Eso espero –respondió el hombre que comenzaba a desagradarle desde las primeras dos palabras.- Estoy investigando respecto del paradero de una alumna del instituto. Sofía Salcedo. Necesito hablar con algunos profesores.

-A esta hora no quedan muchos –respondió la empleada consultando la computadora.- Sofía Salcedo... 3ero "B". Sólo queda la Profesora Gutiérrez, de matemáticas. Ahora llamo a la sala de profesores a ver si lo puede atender.

López la miraba con cara de pocos amigos. Había veces en que su actitud le dificultaba ingresar en determinados ambientes, pero había otras en que era la adecuada, por no decir la indispensable.

-En unos minutos lo atiende la Profesora –le comunicó la joven con una sonrisa forzada.

El investigador se sentó, sintiendo que le asaltaban las ganas de fumar más intensas de su vida. Miró alrededor y descartó la posibilidad de saciarlas.

Instantes después una mujer muy flaca irrumpió en el pasillo. Su semblante reflejaba sin tapujos el mal humor que le provocaba tener que quedarse en el trabajo por culpa de una estudiante, un preguntón, un secuestrador o lo que fuera.

López sonrió. El interrogatorio sería sencillo y directo.

-Lamento demorarla, Profesora. Necesito hacerle un par de preguntas de rutina solamente –explicó con intención de que se relajara un poco.

-Diez minutos tiene. Hay quienes tenemos dos trabajos y horarios que cumplir ¿sabe? –replicó la mujer.

-Por supuesto. Podemos hablar afuera si prefiere –le indicó López y la siguió hacia el frente del instituto.

Una vez afuera ambos encendieron sendos cigarrillos. Luego de exhalar el humo, el investigador preguntó:

-Ubica a la chica Salcedo, ¿cierto?

La mujer asintió, se la notaba mucho más relajada.

-No es una chica que pueda pasar inadvertida con facilidad. Primero porque se cree que puede llevarse el mundo por delante... sí, sé lo que está pensando, pero ella más que otros adolescentes. Además es muy bonita. Más que bonita me arriesgaría a decir. Es muy atractiva para la edad que tiene.

-Eso puede ser peligroso para una chica de dieciséis años –acotó López.

-Sí. Yo ya no recuerdo cómo es eso –torció la boca en una sonrisa la Profesora,- pero lo lleva con bastante soltura, se lo puedo asegurar. Sabe hacer uso de sus encantos ¿qué es lo que dicen que le pasó?

-Está desaparecida desde el martes. Los padres aseguran que es un secuestro, yo tengo mis hipótesis, pero necesito bases. ¿Usted sabe si tenía algún noviecito o algo por el estilo?

-Desaparecida es una palabra muy complicada en este país, ¿sabe? –murmuró Gutiérrez dándole una profunda calada al cigarrillo.- ¡Mire si yo voy saber de los asuntos de cada una de mis alumnas! Lo único que podría asegurarle es que en las últimas semanas andaba más distraída que de costumbre.

-Aja. Un punto a mi favor. Bueno, no la entretengo más, muchas gracias por su colaboración. ¿Tiene idea si quedará algún preceptor en el colegio al que pueda interrogar? Esas personas suelen estar bastante al tanto de cosas que podrían serme útiles.

-No. A esta hora no. Igual tengo entendido que el preceptor de 3ero "B" se reportó enfermo esta semana. Pregúntele bien a la chica de Administración. Lo dejo porque llego tarde. Suerte con eso.

La Profesora se alejó tras arrojar la colilla del cigarrillo en la vereda. López regresó al instituto luego de realizar varias anotaciones en su libreta. Al parecer las cosas serían más complicadas de lo que imaginara.


Sebastián se sentía en ese momento el más culpable de todos los culpables. Aunque que no poseyera pruebas acerca del preceptor era evidente que tenía relación con el secuestro de Sofía. Podía sentirlo en su interior como la verdad más contundente. No era una mera intuición, era una horrible certeza. Todas las piezas caían en su lugar y Sebastián se sentía al borde del tablero. Debía hablar urgente con Norma y Roberto. Sólo le faltaba juntar fuerzas para poder hacerlo.

Estaba sentado en el cordón de la vereda mirándose los cordones de las zapatillas e intentando no desesperar cuando el sonido de unos pasos que se dirigían hacia él llamó su atención.

Levantó la vista y alguien lo observaba con una mirada que no supo comprender. Tampoco supo reconocerla de inmediato, pero no por las mismas razones que otras veces, sino porque parecía una persona diferente.

-¿Lu...? ¿Estás bien? –preguntó levantándose, tomando la mano que ella le extendía.

Parecía agitada, desconcertada y apremiante. Le sorprendió la fuerza del tirón con que lo ayudó a incorporarse.

Lu respiró hondo, intentando serenarse y pronunciar las palabras adecuadas.

-Seba... tenés que acompañarme... –volvió a respirar como si le costase horrores. -Creo que... creo que sé dónde está Sofía.

Las palabras golpearon a Sebastián de manera inesperada. Casi tuvo que volver a sentarse pero ella no había soltado su mano, así que se lo impidió.

-Espero que no te enojes porque me... entrometí de esta manera... –Sebastián la vio enrojecer y si hubiese podido moverse la hubiese abrazado.- El otro día volví a la casa que fuimos. No había nadie. Me fijé bien antes de entrar. Encontré una foto de un flaco, supuse que era él, y una boleta de la luz. La dirección era de otra casa.

Lu no lo miró hasta ese momento, en que levantó la vista y clavó sus ojos en él.

-Vamos, tenemos que ir ahora... –le urgió con la voz y tironeando de su brazo a la vez.

-Lu, hay que llamar a la policía, a los padres. No podemos ir solos. El tipo puede ser muy peligroso –balbuceó él, aún desconcertado.

-¡Seba! ¡Hace un rato lo vi salir! Puede ser una oportunidad única... ¡pensá que ella debe estar sufriendo!

Estas palabras surtieron efecto. Sebastián se puso en movimiento, guiado de la mano de aquella extraña muchacha que aparecía cuando era necesaria.

No necesitaron correr mucho. A una cuadra y media de allí, Lu se detuvo frente a una casa verde, escondida en parte por una arboleda bastante tupida. Las paredes descascaradas aún conservaban la pintura como aferrándose al maquillaje ante el paso del tiempo. Sebastián tragó saliva y frunció el ceño.

-¡No puede ser acá! Estamos a la vuelta del colegio, no puede ser tan hijo de puta ¿Estás segura...?

Lu asintió y señaló un pasillo al costado de la edificación. Antes de que él respondiera se encaminó hacia allí. Sebastián miró para todos lados y segundos después fue tras ella.

La pared lateral era muy oscura, casi negra. Una ventana de vidrios sucios no permitía ver demasiado el interior. Se atisbaba una mesa y poco más. La oscuridad reinaba en el recinto y el silencio sólo era interrumpido por una radio que en ese momento publicitaba alfajores. Sebastián se sintió descolocado de la realidad.

Se notaba la antigüedad de la casa, abandonada hace tiempo, o utilizada por ese canalla quién sabe cuántas veces para someter a chicas como Sofía a impensables tormentos.

No necesitó hacer demasiada fuerza. La ventana cedió después de un par de empujones. Esperaron inmóviles, atentos a cualquier sonido que delatara alguna presencia en el interior.

Nada.

Sebastián entró primero y la ayudó a introducirse por la ventana. La poca luz que se colaba por la abertura hacía que cada mueble pareciera a punto de abalanzarse sobre ellos. Un aroma extraño, mezcla de olor a quemado y humedad, le provocó una mueca de disgusto al profesor. Lu pareció no percatarse de eso. El volumen de la radio era mayor de lo que se oía del exterior, desde ella una voz melancólica cantaba “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé....” Sebastián no podía estar más de acuerdo.

El joven aventuró sus pasos hacia la habitación siguiente intentando hacer el menor ruido posible. Allí las persianas estaban cerradas. La luz se filtraba por finas rendijas y tuvo que esperar a que sus ojos se acostumbraran a la penumbra.

Una cama matrimonial se erigía en medio de la oscuridad. Estaba deshecha y revuelta. Intentó desterrar las imágenes que pugnaban por invadir su mente.

No parecía haber nadie en la casa, pero no podía confiar en sus intuiciones. Además parecía enorme, no tendrían tiempo de revisarla toda a ese paso antes que el preceptor regresase.

Caminó despacio hasta una puerta cerrada junto a la cama. Un débil resplandor escapaba por debajo de ésta. Mirándola de cerca pudo notar que estaba cerrada por fuera.

El corazón se le aceleró. Extendió una mano hacia el pasador que mantenía la puerta trabada. Le pareció que tardaba una eternidad en alcanzarlo. Sus dedos lo recorrieron temblorosos. De sólo pensar que quizás estuviese a punto de ver el rostro de Sofía sus ojos se humedecieron.

Un fuerte golpe en la cabeza evitó que su mano se cerrara sobre la traba para intentar abrirla. La oscuridad se volvió más negra de lo que había sido y su cuerpo se desplomó sobre la mesa de luz con un estrépito que no alcanzó a oír. Había perdido el sentido antes de comenzar a caer.

2 comentarios:

val dijo...

era hora de que escribas este otro capitulo. Te digo que me gusta mucho y espero ansiosa todo aquello que vuelques en los episodios que vendran

Natalia Caceres dijo...

Si, ya me estaba zarpando :P Muchas gracias por leer, por comentar y por esperar :)
Un abrazo.