¿Qué es Sed?

Allá por julio del 2007 (sí, quién diría que pasó tanto tiempo, no?), andaba enojada con mi inspiración ausente y decidí sentarme y obligarme a escribir algo. Vino una imagen a mi cabeza. Oscura, extraña. Jugué a describirla. Así surgió el primer capítulo de Sed (que en ese momento para mí era "estacosaquestoyescribiendo").

No soy una persona de esas que finalizan los proyectos que comienzan, pero a medida que surgieron capítulos y la gente se fue enganchando... adquirió este título (provisorio u_u jajaja) y ya no hubo marcha atrás.

Es gracias a ustedes -a su avidez de beber más y más de la trama- que Sed acaba de arribar a su capítulo 50, el último de la historia. Bueno, y a unos cuantos picotones de Pablo (mi novio) n_n

Ahora comienza la etapa de corrección, espero que no se haga demasiado larga... y a ver qué pasa con la editorial, porque tengo pensado publicarlo :D


Quiero agradecerles enormemente el aguante. La paciencia, los comentarios, las críticas, o que sólo hayan leído sin decir nada. Las palabras están para ser leídas, ese es su mayor destino.

Un abrazo gigantesco que los abarque a todos ^^


Sed es una historia que gira en torno a la soledad y la necesidad e idealización del otro. Es una novela salpicada de sangre, algo de sensualidad y mucho misterio.

Los acontecimientos que transcurren en ella, van entrelazando las vidas de los personajes. A veces para bien, a veces para mal... otras para peor.

Los invito a leerla y criticarla con confianza. De eso se alimenta mi escritura.


El contenido de esta historia puede resultar ofensivo para algunas personas, si usted es de esas que se ofenden.... por favor diríjase a otra parte.
Muchas gracias y disculpe las molestias ocasionadas.


Atte, La autora.

18/12/07

.: X :. (Error)


Las cosas habían comenzado a escapar de su control, y eso era algo que no podía dejar que sucediera. Apretó el volante con fuerza. Sus manos le resultaron ajenas, dirigiendo los acontecimientos como si no fuese más que una marioneta, incapaces de torcer su propio destino.

La tarde grisácea agonizaba, cediendo el paso a una noche plomiza, pesada, cargada de malos augurios.

-¿No me podrás llevar hasta la casa de mi novio? –le había rogado Tanya, una adolescente ansiosa en una esquina poco iluminada. Llevaba dos bolsos y una minifalda diminuta. La dejó subir y su elaborado plan de acción comenzó a irse al carajo.

Tanya no paraba de hablar un segundo, decía que sus padres jamás aceptarían a su novio y habían decidido escaparse juntos. Lo harían esa misma noche sin demoras porque no soportaban el no poder verse.

Sí claro, “verse”. Tocarse… manosearse. Las palabras surgieron en un rincón de su mente. Hizo un ademán en el aire para espantarlas como si se tratase de insectos molestos.

Ella gesticulaba exagerada, sin pretender ocultar la excitación de que era presa, enfatizando cada frase que creía importante para ser comprendida del todo. Cruzaba las piernas y arqueaba la espalda con ingenua sensualidad. Sonreía porque él la estaría esperando, inocente ante la trampa que representaba haberse subido a ese automóvil.

Todo podría haber seguido su curso normal si no hubiese visto otro rostro, fugaz, en el de la joven. Otro rostro que repetía las mismas palabras pero sonreía diferente. Una desagradable sensación germinó en su interior. ¿Era posible lo que estaba viendo? ¿Podría Ella manifestarse en esta adolescente insulsa? Había algo allí, algo que le provocaba una horrible confusión. Era el deseo lo que hacía que mezclara las cosas. El deseo de beber de ella.

La chica pareció inquietarse en el asiento contiguo. Había disminuido demasiado la velocidad sin darse cuenta. Ya era tarde. El mecanismo había sido activado y ni siquiera sus propias manos podían detenerlo. Su rostro, como si se tratara de un autómata, calzó la máscara indicada para la ocasión. Su mente barajó una excusa entre miles, sabiendo de antemano el efecto que provocaría.

-No te molesta si paramos unos minutos en mi casa, ¿no? Queda de paso y tengo que dejarle plata a mi vieja para que compre unos medicamentos. Es diabética, ¿sabés? Tiene más problemas la pobre. –La cara, mezcla de preocupación y tristeza, era infalible.

Se alejaron de la ruta principal. La ciudad comenzaba a quedar atrás, la oscuridad se hacía más sólida a cada momento. Las sensaciones en su interior continuaban entrechocándose. No terminaba de comprender qué sucedería, pero sabía que era inevitable.

Entraron en la casa a oscuras. Mientras encendía un par de luces la invitó a ponerse cómoda.

-Sentate, no voy a tardar mucho, podés pasar al baño si querés.

Se escapó hacia la habitación, sabiendo que no podría dilatar mucho más los acontecimientos. Su sangre bullía fervorosa, las manos se le crispaban ante la sola vista de la adolescente. Se paró frente al espejo, clavó su mirada en el reflejo. No podía contenerse.

Tras interminables minutos, Tanya golpeó la puerta con cautela.

-¿Te falta mucho? Es que le dije a Fabi que iba a estar antes de las ocho.

Al no obtener respuesta, se introdujo en la habitación en penumbras. Cuando sus ojos pudieron distinguirla, se acercó a la figura que seguía de pie frente al espejo.

-¿Estás bien? –preguntó con voz temblorosa. La imagen del espejo del baño con su vidrio rajado pasó por su mente como un flash.

-No, Tanya. No estoy bien –la voz surgida de las sombras la hizo sobresaltar.– Nada está bien en esta tarde de mierda. Nada puede estar bien. Pero sobre todo vos. Por pretender ser lo que no podrías comprender ni en un millón de vidas igual de vacías. Por querer engañarme de una manera tan absurda. Vos no vas a estar nada bien.

Tanya dio dos pasos atrás y cayó sentada en la cama, su rostro era la representación del desconcierto. La figura se abalanzó sobre ella, tapándole la boca con una mano. Creyó vislumbrar un objeto brillante antes de que las sombras se apoderaran de su campo visual. El grito se quedó atravesado en su garganta. Las lágrimas calientes desbordaron sus ojos y no conmovieron a nadie. Lo último que oyó fue una risa perversa y una voz susurrando incongruencias en su oído, entre las cuales sólo pudo comprender unas pocas palabras de corrido. Vas a sangrar para mí.

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