¿Qué es Sed?

Allá por julio del 2007 (sí, quién diría que pasó tanto tiempo, no?), andaba enojada con mi inspiración ausente y decidí sentarme y obligarme a escribir algo. Vino una imagen a mi cabeza. Oscura, extraña. Jugué a describirla. Así surgió el primer capítulo de Sed (que en ese momento para mí era "estacosaquestoyescribiendo").

No soy una persona de esas que finalizan los proyectos que comienzan, pero a medida que surgieron capítulos y la gente se fue enganchando... adquirió este título (provisorio u_u jajaja) y ya no hubo marcha atrás.

Es gracias a ustedes -a su avidez de beber más y más de la trama- que Sed acaba de arribar a su capítulo 50, el último de la historia. Bueno, y a unos cuantos picotones de Pablo (mi novio) n_n

Ahora comienza la etapa de corrección, espero que no se haga demasiado larga... y a ver qué pasa con la editorial, porque tengo pensado publicarlo :D


Quiero agradecerles enormemente el aguante. La paciencia, los comentarios, las críticas, o que sólo hayan leído sin decir nada. Las palabras están para ser leídas, ese es su mayor destino.

Un abrazo gigantesco que los abarque a todos ^^


Sed es una historia que gira en torno a la soledad y la necesidad e idealización del otro. Es una novela salpicada de sangre, algo de sensualidad y mucho misterio.

Los acontecimientos que transcurren en ella, van entrelazando las vidas de los personajes. A veces para bien, a veces para mal... otras para peor.

Los invito a leerla y criticarla con confianza. De eso se alimenta mi escritura.


El contenido de esta historia puede resultar ofensivo para algunas personas, si usted es de esas que se ofenden.... por favor diríjase a otra parte.
Muchas gracias y disculpe las molestias ocasionadas.


Atte, La autora.

20/12/07

.: XI : . (Irrealidad)

Imagen: http://vaporization.deviantart.com/art/Machine-Made-God-47627856

La mañana pesaba sobre los párpados de Sofía impidiéndole despertarse. Hacía calor y las sábanas se le pegaban al cuerpo, aprisionándola. Otra excusa para no levantarse.

No tardaron en oírse golpes en la puerta de la habitación, seguidos del llamado de su empalagosa madre.

-¡Dale, Sofi, que se te hace tarde! Te preparo un café con tostadas, apurate.

-Ya voooy –respondió entre bostezos. Pero pretendía quedarse un rato más.

Sonaron los golpes con mayor fuerza y Sofía pegó un salto al reconocerlos en su intensidad.

-¡Dale, nena! Que se enfría el café y yo ya casi me voy. Vas a llegar tarde otra vez. ¿Qué dijimos sobre las faltas?

-Voy, papá, ya estoy levantada.

Se obligó a caminar hasta el baño. El contacto de sus pies descalzos con las baldosas frías la despabiló un poco.

Más tarde no recordaría ni cómo se vistió, bebió el café o comió las tostadas sin terminar de abrir los ojos del todo.

Su padre la dejó en la esquina del colegio después de repetirle todo el viaje que debía haberse lavado la cara tres veces más.

El edificio de la escuela se le antojó inmenso. ¿Qué día era? ¿Miércoles? No, maldición, era jueves. Los jueves su adorado preceptor no trabajaba. Si el día había comenzado así, moriría de aburrimiento a media mañana.

La puerta de entrada estaba abierta. No estaba haciendo guardia Marita, la regordeta preceptora de 5to año, encargada de mirarte con ojos reprobadores y anotarte en un cuaderno cuando llegabas tarde.

Sofía se internó por los pasillos vacíos escuchando el eco de sus propios pasos. Comenzó a subir las escaleras cuando un sollozo ahogado llegó a sus oídos. Provenía de la Rectoría. La puerta se hallaba cerrada. Sofía golpeó tres veces, creyéndose aún en una especie de sueño grotesco.

Ahora se va a abrir la puerta y todos gritarán ¡Feliz cumpleaños! Lloverán globos de colores y papel picado. Voy a sonreír condescendiente y decirles ¡faltan tres meses todavía, tontitos! Después desapareceré dejando tan sólo mi sonrisa en el aire.

La puerta se abrió bruscamente. Antes de que la Secretaria irrumpiera en el umbral, Sofía vio los ojos hinchados, el rostro lívido de la Rectora surcado de lágrimas.

-Salcedo, no hay clases hoy. ¿No vio el cartel en la puerta? –le dijo la Secretaria cerrando la puerta detrás de ella.

-¿Qué pasa? No vi ningún cartel. La puerta estaba abierta.

-Sofía, pasó algo muy grave. Una alumna de 5to año falleció.

La escuchaba lejana, como atrapada en una pesadilla. Una chica de 5to. Dieciocho años. ¿Cómo podía fallecer?

-Tanya Robles, la sobrina de la Rectora. No sabemos cuándo se reanudarán las clases. Andá para tu casa y ya se les avisará.

Sin darle lugar a réplica, volvió a entrar en la Rectoría cerrando la puerta con fuerza.

Sofía deambuló por los pasillos silenciosos intentando comprender algo de lo que sucedía. Jamás había pensado en la muerte como en una posibilidad y ahora que pasaba tan cerca sintió cómo se le erizaba el vello de la nuca.

Morirse. Dejar de existir. Desaparecer por completo. No cabía dentro de su mente un concepto semejante. Menos aún llevarlo a un hecho real, dejar de funcionar y convertirse en una cáscara vacía. ¿Adónde podría ir a parar lo que uno es? La mente de Sofía barajaba ideas y emociones tan dispares que se hacían trizas unas contra las otras.

Tanya Robles. Sí, la conocía. No le caía bien, de hecho le parecía bastante tonta. Era bonita, podría decirse. Pero ahora estaba muerta. Nunca volvería a reír ni a llorar, jamás vestiría con gracia el uniforme escolar de nuevo. Sofía tuvo que sentarse. No había pensado que la muerte era algo tan desolador, tan definitivo. Siempre le atribuyó crueldad a la vida, a las personas, sus actos y las consecuencias que ellos acarreaban. Culpa suya no, por supuesto, sus acciones siempre justificadas. Pero nunca se le había ocurrido que podía haber algo que coartara todas las libertades, los errores y los deseos sin discriminación alguna. Claro que, como descubriría más tarde, el personaje de La Muerte tiene algunos aliados en la realidad del día a día.

No soportaba más el silencio que la rodeaba. Salió corriendo del instituto y en la esquina chocó con Ariadna y Florencia, sus dos amigas-cómplices a medias- de muchas cosas y no tantas otras.

-¡Sofi, Sofi! ¡Vení! ¿Te enteraste de lo que pasó? –la atacó Florencia.

-Yo me enteré primera porque lo vi en la tele a la mañana temprano, explicaban todo con lujo de detalles –se interpuso Ariadna con los ojos abiertos de una lechuza.

Cuestión que la llevaron hasta la confitería de la vuelta, le pidieron un jugo de naranja sin consultarla y comenzaron a contarle los detalles más escabrosos de lo ocurrido, ansiosas por ser, cada una, quien la informara primero. Ninguna se percataba de lo lejana que se hallaba Sofía y cuánto más se perdía con cada palabra suya.

-La encontraron esta mañana, tipo cinco. Estaba flotando desnuda en uno de los lagos cerca del rosedal. Desnuda, ¿te imaginás que horror? –susurró Ariadna.- Al principio creyeron que se había ahogado, pero una vez que la sacaron se dieron cuenta de que no.

-Dijeron los... ¿peritos eran? que tenía un corte en la yugular, que eso fue lo que le provocó la muerte –añadió entusiasmada Florencia y con aires de sabelotodo.- El primer sospechoso es el novio, más vale. Parece que se iban a escapar juntos y fue el último que la vio, o eso se supone, porque él dice que nunca llegó a su casa.

Sofía temblaba de espanto, de asco. ¿Cómo podían ser tan frívolas, tan ajenas?

No quiso escuchar más, se levantó de la silla y abandonó el lugar dejando a sus amigas con un signo de interrogación en la frente.

Tanya se merecía al menos un poco de respeto.

Caminó hasta su casa y cuando la puerta se abrió, Sofía rompió a llorar en los brazos de su sorprendida madre.

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