¿Qué es Sed?

Allá por julio del 2007 (sí, quién diría que pasó tanto tiempo, no?), andaba enojada con mi inspiración ausente y decidí sentarme y obligarme a escribir algo. Vino una imagen a mi cabeza. Oscura, extraña. Jugué a describirla. Así surgió el primer capítulo de Sed (que en ese momento para mí era "estacosaquestoyescribiendo").

No soy una persona de esas que finalizan los proyectos que comienzan, pero a medida que surgieron capítulos y la gente se fue enganchando... adquirió este título (provisorio u_u jajaja) y ya no hubo marcha atrás.

Es gracias a ustedes -a su avidez de beber más y más de la trama- que Sed acaba de arribar a su capítulo 50, el último de la historia. Bueno, y a unos cuantos picotones de Pablo (mi novio) n_n

Ahora comienza la etapa de corrección, espero que no se haga demasiado larga... y a ver qué pasa con la editorial, porque tengo pensado publicarlo :D


Quiero agradecerles enormemente el aguante. La paciencia, los comentarios, las críticas, o que sólo hayan leído sin decir nada. Las palabras están para ser leídas, ese es su mayor destino.

Un abrazo gigantesco que los abarque a todos ^^


Sed es una historia que gira en torno a la soledad y la necesidad e idealización del otro. Es una novela salpicada de sangre, algo de sensualidad y mucho misterio.

Los acontecimientos que transcurren en ella, van entrelazando las vidas de los personajes. A veces para bien, a veces para mal... otras para peor.

Los invito a leerla y criticarla con confianza. De eso se alimenta mi escritura.


El contenido de esta historia puede resultar ofensivo para algunas personas, si usted es de esas que se ofenden.... por favor diríjase a otra parte.
Muchas gracias y disculpe las molestias ocasionadas.


Atte, La autora.

3/7/08

.: XXV :. (Flashback)

Cuando la criatura nació fue toda una revolución en la vida de sus padres. Ya mayor, el matrimonio no esperaba poder tener hijos. Su llegada, y todo lo que ésta implicó, fue una apertura a un mundo novedoso.

Ambos eran fieles devotos de la Nueva Iglesia de la Santísima Trinidad y desde su más tierna infancia comenzaron a adoctrinar a la criatura en los caminos de la Fe desmedida e incondicional.

Conforme el tiempo avanzaba, notaron que no todo podía ser como ellos hubiesen deseado, puesto que a medida que crecía iba perdiendo interés en las enseñanzas paternas.

Por las tardes, en lugar de asistir a la Iglesia con ellos, se quedaba en casa de una vecina cercana con cuyo hijo parecía haber trabado amistad.

No les gustaba ese chico. No les gustaba para nada. No les gustaba nadie que rechazara la Fe en el Altísimo, pero además era hijo de madre soltera, Dios nos libre y nos guarde.

Y así, como si lo hubieran vaticinado, una tarde llegó corriendo de casa del vecino, llorando con rabia y sin pronunciar palabra. Se encerró en su habitación sin querer cenar y no salió hasta el día siguiente. Sus padres se miraron comprensivos (aunque no tuvieran ni idea) y sonrieron con indulgencia. Dios obra de maneras misteriosas.

No volvió a haber contacto con el niño infiel y suspiraron de alivio, suponiendo que quizás ahora las cosas volverían a encarrilarse.

Sucedió todo lo contrario. No pasó mucho para que cayeran en la cuenta de que todo empeoraba cada día. Convivían con un ser extraño de costumbres inquietantes y poco cristianas.

El clima en el hogar se volvía tenso e intransigente. Cada vez había más discusiones, cada vez era mayor el nivel de violencia contenida.

La incomodidad llegó a su punto máximo con la llegada de la adolescencia. No se hallaba a gusto con su propio cuerpo, ni en presencia de sus progenitores ni de nadie. En medio de intensos ataques de furia, rompía todos los espejos de la casa; que solían ser reemplazados por su abnegada madre, hasta la resignación final.

Les parecía absurda la opción de un psicoanalista, qué mejor que Dios mismo para purificar su alma.

Hubo sesiones de exorcismo con sobradas dosis de violencia para todas las partes involucradas. Pero su espíritu se volvía cada vez más indómito e inaccesible.

En los días siguientes, desde su cuarto cerrado con llave, se oyeron toda clase de sonidos. Variaciones de llanto; contenido, desgarrador. Sollozos atragantados. Gemidos. Risas ahogadas.

Su madre rezaba por los rincones y se persignaba cuando pasaba frente a la puerta.

Su padre dijo que se encargaría del asunto, que no podía sostenerse esa situación por mucho tiempo más, debía entablar un diálogo abierto y, si esto no era posible, aplicar las medidas pertinentes.

Golpeó la puerta con insistencia hasta que el sonido de la cerradura anunció un hálito de esperanza.

Luego de un largo silencio se sucedieron palabras ahogadas que dieron lugar a discusiones enardecidas. Golpes, llantos y más palabras incomprensibles que sonaban a súplica completaron la reunión familiar a puertas cerradas.

Minutos después, el padre abandonó la habitación en medio del silencio sin dar explicaciones.

La puerta no volvió a cerrarse con llave.

A la mañana siguiente el adorado fruto de sus entrañas se había fugado, con poco más que algunas ropas y sus documentos, sin llevarse ningún dinero.

No se habló más del asunto. Se encomendó su alma al Altísimo y se abocaron a la Iglesia con más fervor que nunca.

Su madre cayó en un estado depresivo permanente que la convirtió en una especie de fantasma susurrador de plegarias. Su padre se tornó hosco e inflexible con todos los pecadores, condenados a arder en el infierno.

La criatura vagó hasta el cansancio sin saber hacia dónde dirigirse, sin sospechar que muy pronto el hambre y la desazón regirían su destino y caería en un pozo más profundo que ese del cual huía.

Abandonándose a la suerte se desplomó en el umbral de una vieja casona, escondiendo el rostro entre los brazos que evidenciaban cicatrices de cortes recientes.

Comenzó a llorar, cada vez con menos miramientos, muy poco le importaba ya en el mundo. No sospechaba que era sólo el principio de largos años de desolación y sufrimiento.

-Pobre alma destrozada –la voz, ronca y muy grave, poseía un tinte sarcástico que le provocó un sobresalto.- Vamos a sacar provecho de tu vida, vení conmigo.

El olor a tabaco negro se intensificó cuando el hombre se acercó y le extendió una mano para que se incorporase. Era un aroma que con el tiempo llegaría a odiar y del que difícilmente se olvidaría.

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