¿Qué es Sed?

Allá por julio del 2007 (sí, quién diría que pasó tanto tiempo, no?), andaba enojada con mi inspiración ausente y decidí sentarme y obligarme a escribir algo. Vino una imagen a mi cabeza. Oscura, extraña. Jugué a describirla. Así surgió el primer capítulo de Sed (que en ese momento para mí era "estacosaquestoyescribiendo").

No soy una persona de esas que finalizan los proyectos que comienzan, pero a medida que surgieron capítulos y la gente se fue enganchando... adquirió este título (provisorio u_u jajaja) y ya no hubo marcha atrás.

Es gracias a ustedes -a su avidez de beber más y más de la trama- que Sed acaba de arribar a su capítulo 50, el último de la historia. Bueno, y a unos cuantos picotones de Pablo (mi novio) n_n

Ahora comienza la etapa de corrección, espero que no se haga demasiado larga... y a ver qué pasa con la editorial, porque tengo pensado publicarlo :D


Quiero agradecerles enormemente el aguante. La paciencia, los comentarios, las críticas, o que sólo hayan leído sin decir nada. Las palabras están para ser leídas, ese es su mayor destino.

Un abrazo gigantesco que los abarque a todos ^^


Sed es una historia que gira en torno a la soledad y la necesidad e idealización del otro. Es una novela salpicada de sangre, algo de sensualidad y mucho misterio.

Los acontecimientos que transcurren en ella, van entrelazando las vidas de los personajes. A veces para bien, a veces para mal... otras para peor.

Los invito a leerla y criticarla con confianza. De eso se alimenta mi escritura.


El contenido de esta historia puede resultar ofensivo para algunas personas, si usted es de esas que se ofenden.... por favor diríjase a otra parte.
Muchas gracias y disculpe las molestias ocasionadas.


Atte, La autora.

31/10/08

.: XXVII :. (Despertar)

"El nacimiento de Venus", de Sandro Boticcelli.

Ahora que Sofía se hallaba guardada en la caja de cristal que le había preparado, su mente comenzaba a esclarecerse. Comprendía que cada acto de su vida había estado orquestado en pos de aquella situación.

Todo era tan claro... hasta los efectos colaterales encajaban en el cuadro. El heroico profesorcito buscándola desesperado. Claro que podría ocuparse de él, lo transformaría en una marioneta más de su creciente espectáculo. Había que hacerlo dar los pasos adecuados, y cuando de embaucar a la gente se trataba, se consideraba ilusionista profesional.

Pobre Sofía, sola y quizá desesperada. No quería que sintiera miedo. No era su intención. De momento no había tenido más opción que abandonarla. Era hora de darle la mano y que comenzara a comprender algunas cosas indispensables.

La radio encendida anunciaba la temperatura y el pronóstico del tiempo. Bajó el volumen y observó la puerta cerrada. Aguzó el oído buscando gritos o llantos. Silencio. Sonrió. Era una mujercita valiente la que allí descansaba.

Descorrió la traba con lentitud. Abrió la puerta y la vio sentada en la cama, entrecerrando los ojos ante la luz intensa que inundó la habitación de repente.

El fuerte olor a orina llegó a su nariz y tuvo que contener la mueca de asco. Ella no querría ver expresión semejante en la cara de su amado después de horas de espera intensa.

Le sonrió y sintió un profundo regocijo al ver como su semblante se iluminaba al reconocer su figura en el umbral.

-Sofi –la llamó con ternura.- Vení, tenés que comer algo. Perdoname por tardar tanto, tenía que hacer cosas urgentes. Sabés que sino no te hubiese dejado todo el día sola, ¿no?

Ella se acercó y lo abrazó con toda la fuerza que su cuerpo le permitía.

-Te estaba esperando. Sabía que ibas a venir –suspiró la adolescente contra el pecho de su captor.- ¿Me puedo bañar? Necesito bañarme.

-Claro que podés, pero antes tenés que comer algo, sino te vas a desmayar como la otra noche y no quiero volver a asustarme. Comés conmigo primero, el baño después.

Sofía asintió mirándolo a los ojos, nuevamente abrumada por su presencia. Sentía que todo estaría bien.

La condujo hasta el comedor y corrió la silla para que pudiera sentarse. La joven, encantada con tanta galantería, pasó por alto el detalle de que la casa no era la misma en que disfrutaran del té de vainilla.

-No hubo tiempo de cocinar, compré unas pizzas en el camino, ¿está bien?

-Perfecto. –Sonrió ella ante la vista de la abundante muzzarella. Su estómago rugió y ambos rieron.

-Te juro que voy a compensar el mal rato que te hice pasar, Sofi. –Le acarició el pelo mientras la observaba comer con avidez.

Sofía no contestó. Tenía la boca demasiado llena y no pensaba dejar de comer. Nunca una pizza le supo tan deliciosa en su vida.

-Voy a prepararte el baño –anunció Luca y desapareció tras una puerta.

Sofía continuó comiendo ya casi sin ganas, saciado el furor del hambre inicial. Miró a su alrededor y pensó que la casa no era como la recordaba. No podría afirmarlo, puesto que había prestado poca atención la noche anterior, pero no reconocía ese ambiente. Notó que tampoco era consciente del momento del día. Las persianas cerradas y todas las luces encendidas la desorientaban. No había relojes a la vista y el volumen de la radio estaba tan bajo que tampoco lograba distinguir el significado de las palabras.

La invadió una pesada somnolencia. Ya no podía comer más. Apuró el vaso de jugo y bostezó largamente. ¿Cómo podía estar tan cansada sin hacer nada en absoluto?

Luca reapareció sonriente en el comedor y le tendió una mano.

-¿Lista para el baño, princesa?

Esa sonrisa sería su perdición.


La bañadera estaba llena de agua humeante y espumosa. Sofía sintió que le desabotonaban el camisón en la espalda y se estremeció.

-No te preocupes. No voy a hacerte nada que vos no quieras, ¿entendés? –Un dedo acarició su columna provocándole un estremecimiento.

Claro que entendía. El problema era que no sabía cuándo podría empezar a no querer.

El camisón dejó al descubierto sus hombros y cayó con lentitud como desenvolviendo un preciado regalo.

En ese instante Sofía visualizó su ropa interior, que había quedado en la cama haciéndole compañía al oso tuerto.

Ahora se hallaba completamente desnuda, de espaldas al hombre de sus sueños y tenía tanto miedo. Se sentía tan pequeña.

-Ese dibujo lo conozco –lo oyó decir, adivinando la sonrisa en su voz. Deseó tener el valor para darse vuelta y mirarlo. Sus dedos recorrían las líneas del tatuaje y ella cerraba los ojos sin saber qué decir, con el corazón a todo galope.

Nada era casualidad. Las señales hablaban al fin. Un par de alas tatuadas sobre las caderas de la adolescente, ¿cuántas posibilidades había de que eligiera ese diseño por sobre cualquier otro?

-Date vuelta –ordenó y Sofía obedeció temblando.

El cabello rojizo se desparramaba sobre sus pechos, casi ocultándolos. Ella cubría lo que pudiera quedar expuesto con un brazo. Con la otra mano ocultaba su pubis, cuyo vello del mismo color semejaba una llamarada. Sus ojos miraban donde él no estuviera.

Ella, en pleno vuelo, mordiendo el secreto que ocultan sus labios. Es tan hermosa que duele.

Le tomó la barbilla con una mano y buscó sus ojos.

-Sofi, mirame. No tengas miedo. Soy yo. –Le sonrió otra vez.- No te avergüences de tu cuerpo, no delante de mí. Sos lo más hermoso que existe sobre la Tierra.

El rostro de Sofía enrojeció de súbito, sus nervios menguaron un poco. Intentó mirarlo a los ojos y le sonrió con timidez. Hallarse desnuda frente a un hombre no era como lo había fantaseado. Se sentía mucho más expuesta de lo que quisiera.

Él volvió a tenderle una mano. Ella aceptó la invitación sin comprenderla, pese a desear volver a cubrirse con la mano que ahora él tenía en su poder.

La guió hasta la bañadera. Ella se introdujo en el agua saboreando el calor y agradeciendo el amparo de la espuma.

En silencio, Luca le lavó el cabello. Sofía, con los ojos cerrados, disfrutó de la deliciosa caricia de sus manos. Después de enjuagarle la cabeza, Luca besó sus labios y ella se obligó a abrir los ojos.

Aquella mirada estaba pidiéndole permiso y la suya se lo concedió.

Entonces las manos con las que tantas veces soñara, las manos inquietas de largos dedos, se convirtieron en esclavas de su cuerpo. La inundaron de caricias tan tiernas como osadas. Se sintió abrasada en su propio calor, perdiéndose en las exquisitas sensaciones a medida que espalda, brazos, pechos, abdomen y piernas eran exhaustivamente acariciados.

Cuando creía estar sintiéndose en la gloria, una mano se aventuró entre sus piernas y a partir de ese momento tuvo que morderse los labios para no gritar.

Oleadas de placer se apoderaron de su cuerpo. Hubo un instante de dolor, como una especie de tirón, que pasó al olvido segundos después, cuando se sintió elevarse entre sensaciones nuevas y deliciosas. Al principio hubiese deseado poder esconderse de la mirada de Luca, pero pronto descubrió que le gustaba que la observara.

Se aferró con fuerza a los bordes de la bañera y no pudo reprimir el grito cuando llegó el punto cúlmine del placer. Se sintió desarmada -perdida y encontrada- entre las manos, y bajo la mirada triunfal, del Amor de su Vida.

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