¿Qué es Sed?

Allá por julio del 2007 (sí, quién diría que pasó tanto tiempo, no?), andaba enojada con mi inspiración ausente y decidí sentarme y obligarme a escribir algo. Vino una imagen a mi cabeza. Oscura, extraña. Jugué a describirla. Así surgió el primer capítulo de Sed (que en ese momento para mí era "estacosaquestoyescribiendo").

No soy una persona de esas que finalizan los proyectos que comienzan, pero a medida que surgieron capítulos y la gente se fue enganchando... adquirió este título (provisorio u_u jajaja) y ya no hubo marcha atrás.

Es gracias a ustedes -a su avidez de beber más y más de la trama- que Sed acaba de arribar a su capítulo 50, el último de la historia. Bueno, y a unos cuantos picotones de Pablo (mi novio) n_n

Ahora comienza la etapa de corrección, espero que no se haga demasiado larga... y a ver qué pasa con la editorial, porque tengo pensado publicarlo :D


Quiero agradecerles enormemente el aguante. La paciencia, los comentarios, las críticas, o que sólo hayan leído sin decir nada. Las palabras están para ser leídas, ese es su mayor destino.

Un abrazo gigantesco que los abarque a todos ^^


Sed es una historia que gira en torno a la soledad y la necesidad e idealización del otro. Es una novela salpicada de sangre, algo de sensualidad y mucho misterio.

Los acontecimientos que transcurren en ella, van entrelazando las vidas de los personajes. A veces para bien, a veces para mal... otras para peor.

Los invito a leerla y criticarla con confianza. De eso se alimenta mi escritura.


El contenido de esta historia puede resultar ofensivo para algunas personas, si usted es de esas que se ofenden.... por favor diríjase a otra parte.
Muchas gracias y disculpe las molestias ocasionadas.


Atte, La autora.

12/10/09

XXXVIII (Poesía)

Sofía abrió los ojos y fue consciente casi de inmediato de que no podía moverse. Tenía mucho frío y sentía el cuerpo entumecido.

El oso la interrogaba con su mirada incompleta, colgado del colchón.

-Sos un vivo bárbaro vos… ¿o fue una venganza por las noches que te tocó dormir en el suelo? –le preguntó al siniestro peluche que se había convertido en su interlocutor más sano de los últimos días.- Ni siquiera me vas a ayudar a levantarme, ¿no?

Un esbozo de risa se transformó en tos. Después de varias sacudidas, Sofía intentó levantarse despacio. Se sentó en la cama y tomó al oso entre sus brazos.

-Más jodida no puedo estar, ¿sabés? Tengo frío, hambre, me hago pis y ahora, encima, esta tos. Ya me acostumbré al balde. Eso no puede ser bueno. Vos no espíes.

Metió al oso bajo la almohada y repitió el consabido ritual de orinar en el balde, arrugando la nariz ante el olor del nuevo pis mezclándose con el que se había acumulado en el recipiente.

Volvió a la cama y se tapó con la sábana, abrazando peluche y almohada. Pensó que no era simple negligencia lo de dejarla siempre en camisón. El hecho de tener poca ropa la hacía sentir más indefensa. ¿Era posible que Luca pensara en ese detalle? ¿Que la indujera a un estado de ánimo determinado para… qué?

Una chispa de rebeldía iluminó la mente de Sofía. Se negaba a aceptar aquello en lo que estuvo a punto de convertirse gracias a su ceguera. O a las hábiles manipulaciones de Luca, daba igual. Ahora la mayor pregunta era para qué la mantenía allí guardada, cuáles eran sus intenciones. Porque había captado de la manera más directa posible que sexuales no eran.

Mantener tu virtud intacta. La frase resonó en su cabeza junto con el recuerdo del golpe recibido. En ese momento Luca le había parecido otra persona, un desconocido más ajeno que un rostro perdido en la multitud. Aterrador.

Se sentó en la cama y envuelta en el acolchado junto al oso, comenzó a estudiar el cuarto –a esta altura ya lo consideraba su prisión, para qué mentirse- con ojos de prisionera ansiosa por escapar.

No había en las paredes señal de haber existido ventanas. La puerta era imposible de sortear, gruesa y cerrada por fuera. Escudriñó el suelo buscando una rejilla… una desesperada conexión con el exterior. Nada.

No quería que la imagen de Sebastián se colara en sus pensamientos. No le servía a ninguno de los dos. El escozor en los ojos y un nuevo ataque de tos la terminaron de persuadir. Tenía que hacer otra cosa. Tenía que moverse.

Corrió la cama hacia la pared opuesta. Cambiando las cosas de lugar al menos sentía que poseía una pequeña, inútil, libertad. Oyó el ruido de algo golpear contra el suelo. Se acercó a la pared contra la que había estado apoyada la cama, cuidando de no tropezar con el balde ni oler su contenido, y divisó un cilindro blanco más corto que su pulgar. Al recogerlo vio que se trataba de una tiza.

Su impulso automático fue escribir su nombre en la pared. No pudo evitar que su mente se poblara de escenas similares en las que sucios seres vestidos con harapos, con la piel horadada por torturas inimaginables, escribían sus propios nombres; los de sus familiares o incluso alguna plegaria. Tuvo que sentarse.

Intentó mantener la mente en blanco por un rato. Su imaginación se había despertado demasiado vívida para su gusto.

-¿Jugamos al ta-te-tí? –El oso no respondió.- ¡Aburrido!

Sofía observó la pared que ahora le quedaba más cercana. Recordó haber adivinado restos de palabras escritos con tiza y buscó con mayor atención.

Ahí estaban. La mayor parte casi se había borrado pero aún se distinguían letras incompletas y alguna palabra esfumada pero legible. Se arrodilló sobre el colchón y dedicó durante un largo rato toda su paciencia a descifrar el mensaje allí garabateado.

Cuando hubo finalizado volvió a sentarse, abrazando al oso y manchándolo con las manos llenas de tiza. Leyó en voz alta el resultado de su trabajo:

-“Boca cosida. Párpados cosidos.” –después de estas dos líneas había otras de las que no había podido dilucidar más que un par de palabras, seguidas de una frase completa.- “olvidé”, “Adentro”. “Todo cerrado y el viento adentro”.1

Sofía nunca en su vida había sentido tanto consuelo como abrazando a ese muñeco inerte contra su pecho. Aquellas palabras le traían el recuerdo del cadáver de Tanya que había sido exhibido casi sin censura en algunos canales de televisión. La evocación del cuerpo de la adolescente que le provocaban las palabras escritas estaba relacionada con las imágenes que Sofía intuía quedaron encerradas allí adentro, congeladas, mudas. Sin embargo había algo más…

Recordó el estado en que Luca había aparecido en el colegio tras la muerte de Tanya Robles. Los signos de cansancio, de desánimo, eran muy notorios. Claro que más tarde, después de que le dedicara una mirada que la dejó despatarrada sobre el pupitre, esos signos se habían esfumado de su memoria. Ahora volvían ¿por qué?

Se llevó la mano al labio inferior. La sangre seca lo había endurecido, aún se sentía un poco hinchado. Sangre. Un corte en la yugular había extraído mucha sangre de Tanya. Los forenses decían que había muerto desangrada, no ahogada. “Boca cosida, párpados cosidos… Todo cerrado y el viento adentro” La habían silenciado. No podía dejar de pensar en el silencio que encierra la muerte. Sofía tuvo que romperlo para no enloquecer:

-Vos no viste cómo se puso cuando me partió el labio –murmuró al oso mientras recordaba.- No hablo de la culpa… Por un momento pareció otra persona. Creo que la visión de la sangre tuvo algo que ver.

Puso al oso sobre sus rodillas y lo miró con preocupación.

-No quisiera estar inventando. O sí, capaz que quiero. Es demasiado horrible para creerlo, pero hay algo que… -Sofía abrió grandes los ojos cuando las palabras atropellaron su mente.- ¡El sabor metálico de tus labios royendo mi mente! ¿¡Dónde me metí, me querés decir!?

Sentía la realidad caer sobre su cuerpo como una inestable pared de ladrillos que hubiese estado siempre detrás de sus espaldas y sobre la que sólo debía apoyarse en el lugar indicado para provocar el derrumbe.

Apoyó las manos sobre sus sienes e imprimió la fuerza que creyó necesaria para mantenerla entera. Cerró los ojos e intentó pensar en frío. No quería divagar con historias de vampiros o monstruos similares, tenía que enfocarse en la situación que tenía delante de sus ojos. Nada más que eso. Encerrada en una habitación. Debía salir. Afuera había un psicópata que pretendía algo de ella. Le era imposible adivinar sus intenciones.

-Pensá, Sofi, pensá. –Era su padre dentro de su cabeza quien la obligaba a encontrar una salida.- No tenés la fuerza suficiente para tirar abajo la puerta ni para matarlo a golpes cuando vuelva a entrar. Tiene que haber algo que puedas hacer ¿qué es lo que sabés hacer bien?

Más fragmentos de poesía asaltaron su mente. El poema que Luca había escrito para ella. El poema desquiciado que no había comprendido, pero en el que se reconocía.


Tu esencia indómita
plasmada en mí
(Es la única manera

de vencer a la Muerte)”


-Indómita, rebelde, esa soy yo –sonrió y recordó a su madre.- Ay, Mamá… Me imagino cómo estarás y todo por culpa mía, por hacer lo imposible por lograr siempre lo que quiero. Esa soy yo.

Los ojos de Sofía brillaron. El hambre, el frío y la tos habían pasado a ser simples molestias. Ahora era como una actriz preparándose para el papel cumbre de su carrera, uno que debía interpretar a la perfección porque de eso dependían, no sólo su vida, sino la de Sebastián y la de posibles futuras víctimas. Debía arriesgar sus mejores cartas en un juego en el que perder implicaba perder de verdad.

1 Fragmento del poema “Caminos del espejo” de Alejandra Pizarnik. (1962)

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