¿Qué es Sed?

Allá por julio del 2007 (sí, quién diría que pasó tanto tiempo, no?), andaba enojada con mi inspiración ausente y decidí sentarme y obligarme a escribir algo. Vino una imagen a mi cabeza. Oscura, extraña. Jugué a describirla. Así surgió el primer capítulo de Sed (que en ese momento para mí era "estacosaquestoyescribiendo").

No soy una persona de esas que finalizan los proyectos que comienzan, pero a medida que surgieron capítulos y la gente se fue enganchando... adquirió este título (provisorio u_u jajaja) y ya no hubo marcha atrás.

Es gracias a ustedes -a su avidez de beber más y más de la trama- que Sed acaba de arribar a su capítulo 50, el último de la historia. Bueno, y a unos cuantos picotones de Pablo (mi novio) n_n

Ahora comienza la etapa de corrección, espero que no se haga demasiado larga... y a ver qué pasa con la editorial, porque tengo pensado publicarlo :D


Quiero agradecerles enormemente el aguante. La paciencia, los comentarios, las críticas, o que sólo hayan leído sin decir nada. Las palabras están para ser leídas, ese es su mayor destino.

Un abrazo gigantesco que los abarque a todos ^^


Sed es una historia que gira en torno a la soledad y la necesidad e idealización del otro. Es una novela salpicada de sangre, algo de sensualidad y mucho misterio.

Los acontecimientos que transcurren en ella, van entrelazando las vidas de los personajes. A veces para bien, a veces para mal... otras para peor.

Los invito a leerla y criticarla con confianza. De eso se alimenta mi escritura.


El contenido de esta historia puede resultar ofensivo para algunas personas, si usted es de esas que se ofenden.... por favor diríjase a otra parte.
Muchas gracias y disculpe las molestias ocasionadas.


Atte, La autora.

24/2/08

.: XVII :. (Audacia)




Sofía pasaba los días en un estado de ensoñación permanente. Ahora era él quien no le quitaba los ojos de encima. Incluso en momentos inadecuados, sentía el peso de una mirada y captaba su perfil desapareciendo, fugaz, de la ventana.

¿Qué podía haber obrado un cambio tan repentino? Prefería no hacerse ese tipo de preguntas (en realidad ningún tipo); había demasiadas hipótesis, cada una más delirante que la anterior, rondando su cabeza.

Casi no se hablaban. Con lenguaje corporal, en cambio, podría decirse que mantenían extensas conversaciones. Un observador aguzado, atento a la escena, se hubiese percatado de más cosas que los mismos protagonistas.

Él avanzaba hasta cierto punto, siempre manteniendo un prudente límite. Hasta casi rozarla de modo casual. Ella reaccionaba como si la caricia hubiese llegado a destino y la saboreaba en tensa cámara lenta. Mientras eso sucedía, él se sonreía. No le sonreía a ella, sino a sí mismo y era una sonrisa muy extraña. Sofía, en su éxtasis de ojos cerrados, se perdía de esa parte. Y no existía un observador piadoso que se la tradujera.

De vez en cuando encontraba un pequeño obsequio en su mochila que la hacía resplandecer un instante. Luego miraba para todos lados por temor a quedar en descubierto. Era consciente de que si llegaba a saberse el más mínimo detalle de lo que sucedía entre ambos, las consecuencias podrían ser estrepitosas.

Así fue acumulando algunas flores, que secaba con paciencia apretándolas dentro de una enciclopedia, una redondeada piedra rojiza y un pequeño dije con forma de lechuza. Este último objeto sorprendió a Sofía, quien lo estudió con detenimiento como intentando descifrar su significado; preguntándose si lo tendría o simplemente se lo había regalado porque lo suponía bonito. A ella no le agradaba demasiado. Decidió guardarlo junto a las demás cosas, en una lata de galletitas que escondía en el armario de su habitación.

Aún no terminaba de leer los poemas del cuaderno. Se tomaría su tiempo, los leería despacio, si no comprendiendo, tratando de saborearlos. Creía que cada verso era como un escalón, una parte del camino que debía recorrer hacia ese poema último.

Aquel sería el inexorable final al que le llevara la vorágine de palabras dispuestas en los renglones. El último poema, surgido desde las profundidades de su amado, se abriría paso en su alma develando la dulzura y sensibilidad que ella podía vislumbrar en sus ojos.

Así pasó una semana desde aquel primer acercamiento. Sofía flotaba en el aire. Sebastián no lograba enfocarla en ecuaciones ni en cualquier otro asunto que no fuese su adorado preceptor. Ella le hablaba de sus miradas, de sus regalos, de sus manos. Sebastián tejía interrogantes en el aire que Sofía adornaba con flores y piedras de colores. El dije lo guardaba en secreto, era su tesoro. No tenía ganas de ponerse a discutir el posible significado con un profesor de Matemáticas.

-Sofi... todo suena muy lindo, pero ¿puedo pedirte un favor? –le dijo esa tarde Sebastián con el tono menos adulto que pudo.- Si en algún momento te propone que se vean fuera del colegio, le dejás dicho a alguien dónde, ¿si?

Sofía lo miró con gesto de fastidio.

-No me va a hacer nada que yo no quiera –le espetó elevando una ceja.

Sebastián no pudo evitar ruborizarse. Nunca se imaginó hablando de esas cosas con nadie. Menos con una adolescente.

Niña inocente, ni que supieras la variedad de cosas que un hombre podría fantasear hacerte... pensó sin poder expresarlo en voz alta. No podía quebrar de forma tan brusca la confianza que ella le brindaba. No podía ponerse en contra del Preceptor si pretendía continuar su amistad con Sofía.

-No digo eso... –le salió responder en voz muy baja.- Pero siempre es bueno que alguien sepa dónde encontrarte, por cualquier cosa que surja...

Los ojos de Sofía se le clavaban en el pecho, desafiantes.

-Te doy un ejemplo –intentó suavizarla.- Todo va bien entre ustedes y pasás la noche en su casa. Tus viejos se preocupan porque no aparecés. Empiezan a llamar a todo el mundo. Me llaman a mí. Si yo supiera donde ubicarte les podría decir que estás en mi casa. Te quedaste dormida mirando una película. Apenas corto con ellos, te puedo avisar para que respaldes mi coartada... y evadas un posible castigo. ¿No te parece?

A medida que Sebastián explicaba su teoría, Sofía comenzaba a sonreír, se iluminaba y terminaba abrazándolo, dándole la razón y las gracias. Una especie de amanecer tras la neblina.

Sebastián se quedó satisfecho ante la promesa de que ella le avisaría si había una cita "extraprogramática". Pero aún no podía quedarse tranquilo.

Cuando Sofía se quedó sola en su habitación, buscó una cadenita plateada y se colgó la lechuza al cuello. Jugueteó con ella un rato, imaginando que Él la descubría entre sus pechos, la tomaba sin permiso con una sonrisa, le contaba el extravagante origen del mismo y por qué se lo había regalado. Después volvía a depositarlo con suavidad donde lo había encontrado para apoyar entonces la cabeza sobre su pecho y escuchar de qué manera había acelerado su corazón.

Unos golpes en la puerta la sobresaltaron. Escondió el dije dentro de su camisa.

-¡Sofi! ¡Te buscan! –exclamó su madre desde el pasillo.

-¡Voy!

Seguramente Ariadna y Florencia venían a husmear en su vida. No quería contarles, eran estúpidas, no comprenderían nada. Mientras bajaba las escaleras inventaba argumentos que las dejara satisfechas.

A mitad de camino se paralizó al verlo parado en mitad del living. Su corazón dio un vuelco, loco de alegría, temor y desconcierto.

Sus padres, sentados en el sillón, lo observaban con una sonrisa. Sofía nunca se habría imaginado una escena más inverosímil.

-Sofi, bajá, no seas tímida –la llamó su madre con el mismo gesto orgulloso que enarbolaba su padre.

-Tu preceptor vino personalmente a contarnos cuánto mejoró tu conducta en este último mes –explicó su padre, sonriendo al unísono con su madre. Eran dos monstruos de absurdo semblante.

El Preceptor la encantó con su mirada y Sofía descendió hasta el pie de la escalera.

-Yo sabía que la influencia de Seba le iba a hacer bien, –agregó complacida su madre y explicándole al visitante:- Seba es su profesor particular de Matemáticas. Un chico divino que ya se ganó el afecto de todos acá en casa.

Una sombra cruzó por la mirada del preceptor, que sonrió aduciendo:

-Ese tipo de figura siempre es importante en el desarrollo de los adolescentes, me alegra que Sofía haya encontrado un amigo que supiera guiarla por buen camino, eso es muy difícil hoy en día.

Norma y su marido asentían embobados bajo el influjo de aquella voz aduladora expresando palabras tan sabias.

Sofía observaba muda la escena, deseando que se abriera la tierra y se tragara el sillón con sus padres y sus miradas bovinas posándose sobre Su Preceptor.

-Uno trata de ser un buen ejemplo para los más jóvenes, pero no siempre lo logra –continuaba él con su hipnotizante discurso que Sofía no terminaba de comprender.- Hace un tiempo le presté a Sofía un libro titulado “Aprender a ser mejor”. ¿Ustedes lo han leído?

Ambos menearon la cabeza a la par, sin dejar de sonreír.

-Es un libro que realza los valores morales y éticos, escrito con un lenguaje que los chicos puedan comprender, por supuesto. Yo trato de que todos lo lean, claro que no siempre se enganchan. –Giró hacia ella, que abría cada vez más los ojos.- ¿Lo terminaste vos, Sofía?

De espaldas a sus padres el Preceptor, en su casa, le guiñaba un ojo.

-¡S-ssí...! Es buenísimo, a mí me encantó –mintió la niña, incitada por el hombre que manejaba a su antojo sus emociones.- ¿Lo quiere? Ahora se lo bajo... creo que lo guardé en la biblioteca.

-¿Por qué no sube con ella a buscarlo? Así ve nuestra biblioteca que es el orgullo de la familia. Quizás encuentre un libro de su agrado que podamos prestarle –invitó su padre pisando el palito que Sofía supo ponerle en el medio.

-Mientras tanto yo le preparo un té, ¿le gustaría? –ofreció la hospitalidad infaltable de su madre.

-Será un placer. –El invitado sonrió y subió la escalera tras Sofía.

Pegada a la habitación de la adolescente se extendía de pared a pared y desde el suelo hasta el cielorraso, una biblioteca inmensa, cargada de libros de exquisita encuadernación.

Pasaron de largo sin mirarlos siquiera. Sofía entró en la habitación seguida del inesperado visitante, sin comprender ni poder creer lo que sucedía. Lo miró rogando una explicación que no obtuvo.

Él se acercó sin dejar de mirarla a los ojos. Con un brazo atrapó su cintura y con la otra mano la tomó por la nuca. Podía sentir el corazón desbocado contra su pecho. Saboreó ese alocado palpitar.

Sus labios se rozaban ya, Sofía creía que se moriría allí mismo, aferrándose a la espalda del hombre de sus sueños. Sentía emoción, deseo y un vértigo insoportable.

Él puso fin a su tormento y la besó. Primero con suavidad y luego con pasión.

Sofía sentía una hoguera consumiendo su cuerpo por completo.

Después de unos segundos que le parecieron demasiado escasos, él la soltó, la miró con una sonrisa y explicó:

-Por si te preguntabas a qué vine.

Unos pasos en la escalera los hicieron separarse y salir de la habitación. El Preceptor tomó un libro al azar y fueron al encuentro de Norma que subía a anunciar que el té estaba servido.

Sofía se excusó por no haber encontrado el imaginario libro prestado y aseguró que se lo llevaría a la escuela.

Tomaron el té conversando sobre cosas que Sofía después no recordaría. La sensación de ensueño era más intensa que nunca. Sus padres intercambiaban opiniones con aquel educado joven que por suerte estaba en la escuela para guiar la educación de su hija. Qué bien habían elegido la institución. Cruzaban entre ellos abiertas miradas de orgullo y mutua felicitación.

1 comentario:

Anónimo dijo...

lastima que tan lindo blog tenga spam...

che, no es por nada, pero i wanna some news....