¿Qué es Sed?

Allá por julio del 2007 (sí, quién diría que pasó tanto tiempo, no?), andaba enojada con mi inspiración ausente y decidí sentarme y obligarme a escribir algo. Vino una imagen a mi cabeza. Oscura, extraña. Jugué a describirla. Así surgió el primer capítulo de Sed (que en ese momento para mí era "estacosaquestoyescribiendo").

No soy una persona de esas que finalizan los proyectos que comienzan, pero a medida que surgieron capítulos y la gente se fue enganchando... adquirió este título (provisorio u_u jajaja) y ya no hubo marcha atrás.

Es gracias a ustedes -a su avidez de beber más y más de la trama- que Sed acaba de arribar a su capítulo 50, el último de la historia. Bueno, y a unos cuantos picotones de Pablo (mi novio) n_n

Ahora comienza la etapa de corrección, espero que no se haga demasiado larga... y a ver qué pasa con la editorial, porque tengo pensado publicarlo :D


Quiero agradecerles enormemente el aguante. La paciencia, los comentarios, las críticas, o que sólo hayan leído sin decir nada. Las palabras están para ser leídas, ese es su mayor destino.

Un abrazo gigantesco que los abarque a todos ^^


Sed es una historia que gira en torno a la soledad y la necesidad e idealización del otro. Es una novela salpicada de sangre, algo de sensualidad y mucho misterio.

Los acontecimientos que transcurren en ella, van entrelazando las vidas de los personajes. A veces para bien, a veces para mal... otras para peor.

Los invito a leerla y criticarla con confianza. De eso se alimenta mi escritura.


El contenido de esta historia puede resultar ofensivo para algunas personas, si usted es de esas que se ofenden.... por favor diríjase a otra parte.
Muchas gracias y disculpe las molestias ocasionadas.


Atte, La autora.

21/7/09

.: XXXV :. (Sospechas)

Imagen: Suspicion


Gerardo López era un tipo con pocas pulgas. Cuando de sospechar se trataba, no escatimaba en nombres.

El preceptor de Salcedo se había ausentado convenientemente desde el día posterior al incidente. Anotado.

El profesor de matemáticas tampoco daba señales desde el mismo día. Era hora de hacerle una visita a cada uno.

En casa de Luca tuvo la misma suerte que Sebastián. No ingresó a la morada por cuestiones legales, pero tuvo la oportunidad de interrogar a una vecina.

Del interrogatorio se desprende que: El sospechoso fue visto por última vez el martes pasado mediodía. Parecía estar solo, pero la señora no podría asegurarlo. A la noche creyó escuchar el coche del sujeto saliendo. No, no volvió a saber nada del vecino ni de su hermana. Hermanos mellizos, sí señor. Como dos gotas de agua. El auto era azul, uno viejo, chiquito... la señora no sabía de marcas, pero era medio cuadrado.

Una señora encantadora la vecina, deseosa de colaborar con la autoridad.


López tocó timbre en el departamento de Sebastián por tercera vez sin éxito. La cercanía del mediodía lo ponía de malhumor. El sol en su punto máximo. Calor. Hambre. Falta de respuestas. Encendió un cigarrillo, tratando de tapar con humo el soleado mundo exterior. Se estaba tan bien en el pequeño hall... pero el tiempo era oro, no podía permitirse malgastarlo.

Entre la cuarta y la quinta pitada aparecieron dos jóvenes que le dedicaron una mirada de extrañeza. La del primero fue divertida; la del segundo, cautelosa.

Tocaron el mismo timbre que López, con mayor impaciencia y el mismo resultado.

-Le tiene que haber pasado algo, Sergio... no puede ser que no aparezca por casi dos días –murmuró el segundo sin dejar de echar cortas miradas a López que continuaba fumando impasible.

-No seas dramático, che. En una de esas tuvo suerte con la flaquita. No tiene por qué ser todo un bajón en la vida de Seba –replicó el primero en tono de broma, pero López supo captar el poco convencimiento en su voz.

-Son amigos de Sebastián Núñez, ¿verdad? –asumió el investigador al tiempo que terminaba el cigarrillo y pisaba la colilla como a un insecto.

-¿Quién quiere saber? –El amigo chistoso era el valiente, dedujo López, o quizá sólo portara una armadura de ironía, pronto se sabría. Le respondió exhibiendo sus credenciales.

-Gerardo López, investigador privado. Estoy haciendo averiguaciones sobre la desaparición de Sofía Salcedo, alumna de Núñez ¿ustedes la conocen? ¿Es "la flaquita" a la que se referían hace un rato?

-No, no, señor, por Dios... –tomó la palabra el chico cauto.- No conocimos a Sofía más que por boca de Sebastián. Él estaba como loco con el tema del secuestro. La flaquita es otra chica. Una chica mayor... él...

-No sos policía, ¿no? –lo interrumpió Sergio con cara de pocos amigos.- No tenemos por qué responderte nada. Ni nosotros ni Seba estamos acusados por el secuestro. Si hicieras mejor tu trabajo estarías más encaminado.

López sonrió. El chico gracioso le caía bien.

-No hay necesidad de alterarnos ¿cierto, chicos? A mí me contrató la familia de la piba. No, no soy cana, tenés razón. No puedo interrogarlos a la fuerza. Había que intentar, muchos sueltan la lengua fácil, pero no empecemos con el pie izquierdo. Ustedes hablan de secuestro con total seguridad y parece que supieran cosas importantes. Si los invito un café ¿me podrían contar? Todo sea por el bien de la piba.

Accedieron. Había que limpiar el nombre del pobre Sebastián, aunque eso implicara embarrarlo con la familia de Sofía por cerrar la boca. A veces para avanzar hay que meterse en terreno pantanoso; y eso era algo que Seba, con sus manías, no haría por voluntad propia. Además ese tipo podía ayudarlos a deducir dónde (y hasta dónde) se habría hundido su amigo por mandarse solo y sin avisar.

En un barcito viejo del barrio, a salvo del sol de mediodía y bajo un ventilador, López escuchó lo que Diego y Sergio sabían por medio de Sebastián. Luego de la descripción de la terrible angustia que acuciaba al profesor por no ser capaz de hablar con los padres de Sofía, el investigador terminó de tragar con avidez una medialuna y sentenció:

-Tremendo boludo, ¿eh?

Sergio lanzó una carcajada. Diego comenzó a justificarlo:

-Lo que pasa es que usted no lo conoce a Seba. Él no es un tipo simple. Vive muchas cosas de diferente manera que el resto. Es... es un tipo...

-Boludo... –lo interrumpió López y al ver el rostro indignado de Diego, agregó:- Disculpame, pero no conociéndolo no me sale otro calificativo. Un tipo que sabe todo eso, de confesión de la víctima misma, el día que la piba desaparece ¡tiene obligación de abrir la boca!

-Él tenía miedo de que fuera un delirio de Sofía todo el mambo con el preceptor. Y no habló antes porque no quería perder la confianza de ella. No podrías comprender la relación entre ellos sin saber cómo es Seba –explicó Sergio, a quien López escuchaba de mejor gana.- Viéndolo desde afuera, las obviedades no sirven de mucho. Menos ahora. Sebastián está destrozado. El problema es que no podemos encontrarlo a él tampoco.

-Con todo el peso de la responsabilidad, no me extrañaría que se mandara a buscarla –suspiró Diego y apuró el último trago de café.

López pidió al mozo un cenicero y la cuenta. Les convidó cigarrillos. Sergio aceptó uno.

-¿Les parece que se pondría a buscarla solo? Yo fui a la casa del preceptor y no hay ni rastros del flaco.

Los amigos se miraron. Habían obviado esa parte del relato. Después de una larga pitada, Sergio detalló la incursión de Seba y Lu en la casa de Luca, haciendo hincapié en las tazas de té de vainilla.

López anotó presuroso. Habría que analizar urgente esas tazas -si aún se hallaban allí-. No descartaba la posibilidad de que el dueño de casa (o su hermana) se hubiesen ocupado ya de limpiarlas.

-¿Y esa Lu sí es la flaquita que mencionaban antes? –preguntó el investigador mientras continuaba haciendo anotaciones.- ¿Cómo es el nombre completo?

Sergio y Diego compartieron una triste sonrisa cómplice.

-Eso es un gran misterio –explicó Sergio,- y no sabemos de ella más que vos en este momento. Aparte de haberla visto una vez cada uno, claro.

-Y que estudia en Ciudad, ¿no? –recordó Diego.

-Sí, sé que era alumna de ese profesor que se mató en un baño hace unos días... –hizo memoria Sergio.- Es una minita rara.

-¿Rara como "sospechosa"? –indagó López, que para marcar sospechosos estaba mandado a hacer.

-Mmm... Nunca lo había pensado así. Es rara físicamente y tiene actitudes bastante extrañas. Eso la haría sospechosa en cualquier situación, supongo. –Sergio rió.- Pero cuando está enfrente tuyo no pensás esas cosas.

-Bueno, esta es una situación bastante escabrosa, habrá que anotarla –sentenció López.- Qué macana tener sólo una sílaba, ¿no? Lucía, Luciana, Lucila. Nada de eso, solamente Lu. Tendré que darme una vuelta por Ciudad Universitaria para indagar alrededor del suicidio ese.

-Bernstein –recordó Sergio.- El profesor se llamaba Bernstein, de Biología.

-Les agradezco su tiempo y su valiosa información. Necesito sus datos. –López anotó al final de la libreta, cosa que tranquilizó a Diego.- Les dejo mi tarjeta por cualquier cosa nueva que crean que pueda servir.

Les dio la mano a ambos a modo de saludo.

-Caballeros, de verdad espero que su amigo Sebastián haya podido refrenar su boludez y que sólo esté revolcándose con la flaquita por ahí. Por sus caras, parece que no apuestan por ese número. Ojalá se equivoquen. Nos mantendremos en contacto.

No hay comentarios: