¿Qué es Sed?

Allá por julio del 2007 (sí, quién diría que pasó tanto tiempo, no?), andaba enojada con mi inspiración ausente y decidí sentarme y obligarme a escribir algo. Vino una imagen a mi cabeza. Oscura, extraña. Jugué a describirla. Así surgió el primer capítulo de Sed (que en ese momento para mí era "estacosaquestoyescribiendo").

No soy una persona de esas que finalizan los proyectos que comienzan, pero a medida que surgieron capítulos y la gente se fue enganchando... adquirió este título (provisorio u_u jajaja) y ya no hubo marcha atrás.

Es gracias a ustedes -a su avidez de beber más y más de la trama- que Sed acaba de arribar a su capítulo 50, el último de la historia. Bueno, y a unos cuantos picotones de Pablo (mi novio) n_n

Ahora comienza la etapa de corrección, espero que no se haga demasiado larga... y a ver qué pasa con la editorial, porque tengo pensado publicarlo :D


Quiero agradecerles enormemente el aguante. La paciencia, los comentarios, las críticas, o que sólo hayan leído sin decir nada. Las palabras están para ser leídas, ese es su mayor destino.

Un abrazo gigantesco que los abarque a todos ^^


Sed es una historia que gira en torno a la soledad y la necesidad e idealización del otro. Es una novela salpicada de sangre, algo de sensualidad y mucho misterio.

Los acontecimientos que transcurren en ella, van entrelazando las vidas de los personajes. A veces para bien, a veces para mal... otras para peor.

Los invito a leerla y criticarla con confianza. De eso se alimenta mi escritura.


El contenido de esta historia puede resultar ofensivo para algunas personas, si usted es de esas que se ofenden.... por favor diríjase a otra parte.
Muchas gracias y disculpe las molestias ocasionadas.


Atte, La autora.

16/2/10

.: XLII :. (Tiempo)

Imagen: Sands of time


-¿Te parece bien tenerme en estas condiciones? –preguntó con su mejor cara de indignación.- Muero de hambre y ese balde lleno de pis ya me provoca arcadas. Sin hablar de ese olor extraño que no se va nunca...

Sofía, sentada en la cama, observaba a su visitante con expresión solemne. El miedo amenazó con invadirla al verlo en ese estado. Intentó disimularlo al máximo.

Su primer pensamiento fue que el alma de Luca había desaparecido, que de alguna manera había sido extraída de su cuerpo y ahora le sería imposible llegar hasta él. Borró esa idea de su mente por considerarla demasiado espantosa y volvió a sumergirse en su papel.

-Hace unos días me dijiste que me amabas. Ya no estoy tan segura de que eso sea verdad.

La persona parada delante de la puerta parecía no haber escuchado ninguna de aquellas palabras. Sus ojos leían el verso reescrito en la pared. La expresión en su rostro lo transformaba en otro ser enajenado, uno que ella no conocía. Debía despertar a Luca o todo podía salir muy mal.

Sin saber demasiado qué hacía, Sofía se encaminó hacia la figura de mirada ausente y le murmuró:

-Todo cerrado y el viento adentro.

Como si la frase fuese una contraseña, Luca parpadeó y fijó los ojos en ella.

-El viento puede ser muy peligroso –respondió, más como hablando consigo mismo.- Claro que te amo, Sofía. Sos la única persona que necesito en mi vida.

Ella sonrió y se dejó besar en los labios, intentando no pensar en la suerte de Sebastián. Si a él no lo necesitaba ¿para qué lo mantenía allí? ¿Seguiría vivo?

-Quiero comer algo y que hablemos de algunas cosas –dijo la adolescente mirándolo a los ojos con una seguridad fabricada.

-No tendrá que ver con comunicarte con tus viejos, ¿no? –Luca reprimió un gesto de fastidio pero la tomó de la mano y la condujo fuera de allí.

-No, tiene que ver conmigo y con vos –le sonrió mientras le mentía.- Con nadie más.


Sebastián movía los dedos de las manos y de los pies para intentar reanimarlos. Estaba exhausto de tanto especular, tensionado como no recordaba haber estado en toda su vida. Nunca sus decisiones pesaron tanto; el juego de las probabilidades amenazaba con inclinar la balanza en su contra y eso era algo que no pensaba permitir. Rogaba que Sofía estuviera haciendo el mismo esfuerzo, ya que de lo contrario no imaginaba un desenlace prometedor.

Como prioridad, necesitaba hallar la manera de aflojar sus ataduras. Sin pies y manos no podría ir a ninguna parte. El corte que había recibido en el brazo, como una sonrisa torcida, le latía y comenzaba a cicatrizar. ¡La navaja! ¿Dónde había quedado la navaja? Tanto pensar le había hecho pasar por alto detalles tan simples como importantes. Intentó estirarse lo más que su postura le permitió para espiar el suelo a su alrededor. El dolor en las extremidades se intensificó, pero Sebastián no relajó los músculos hasta que pudo vislumbrar la punta del mango debajo de la cama.

Intentó espantar la idea de que Lu lo hubiese dejado allí a propósito, ese tipo de pensamientos no debía arraigarse en su mente; podía llegar a ser una trampa mortal.

Unas horas antes había visto la figura de Luca a través de las rejas de la ventana, antes de que el sol terminara de ocultarse tras ese maldito muro. ¿Podía confiar en no ser descubierto mientras liberaba sus ataduras?

Si de algo andaba corto era de tiempo (y un poco de suerte también podría serle útil). Había llegado la hora de comenzar a arriesgarse. Sebastián se reclinó sobre su costado derecho, bajó las piernas lo más que la soga que las unía con sus brazos se lo permitió, y se arrojó al suelo procurando que sus manos dormidas amortiguaran un poco el golpe.


En el otro extremo del caserón, Sofía comía un par de sándwiches rancios como si fuesen un manjar. El cabello suelto y mojado enmarcándole el rostro resaltaba su palidez y hacía sus rasgos mucho más delicados.

Luca la observaba ensimismado mientras masticaba en silencio. Sus ojos adoptaron una expresión alerta cuando un golpe sordo pareció provenir de una habitación lejana.

El corazón de Sofía se aceleró. Dejó de barajar sus pensamientos y arrojó las palabras como quisieron salir de su boca.

-¿En qué consiste el ritual? –preguntó con seriedad, sin dejar de mirar los ojos de su interlocutor que ahora se clavaron en los suyos. Había en ellos cautela, pero también cierta cuota de respeto, de muda aceptación.

-El ritual es una conjunción, un intercambio. El momento en que vos pases a formar parte mía y yo parte tuya. Una manera de equilibrar esencias, de desterrar fantasmas.

A medida que Luca daba explicaciones, ella lo observaba con detenimiento. Algo comenzó a suceder de súbito y Sofía tuvo que apelar a toda su entereza para no delatar el terror que le provocaba. Luca estaba alternando su imagen sin darse cuenta.


Debajo de la cama, la navaja carecía de brillo. La luz de la luna que asomaba por la ventana no alcanzaba a iluminarla. Sin embargo para Sebastián, ese objeto de contornos definidos a sus ojos de joven maniatado, en ese momento consistía lo más preciado del mundo.

Reptó con determinación, y no sin urgencia, hasta que sus manos rozaron el frío de la hoja. La tomó como pudo y se apresuró a cortar las sogas que amarraban sus pies. Nunca pensó que pudiese ser algo tan complicado. Se paró con mucho cuidado, los pies ya casi no podían soportar su peso. Se sentó sobre la cama y comenzó a moverlos despacio a la vez que intentaba cortar la soga que aseguraba sus manos. En esta tarea se demoró mucho más de lo que esperaba, entre las manos que no le respondían, la posición incómoda y sus insistentes miradas hacia la puerta.

Había perdido la noción del tiempo. No estaba seguro de cuánto hacía que vislumbrara a Luca por la ventana, ni cuánto había pasado desde que descubrió la navaja hasta que fue capaz que alcanzarla. La soga dejó de oponer resistencia a sus manos torpes y Sebastián pudo intentar moverlas para hacerlas volver a la normalidad.


-¿Estamos hablando de sexo? –le preguntó al rostro femenino que la observaba. Sofía tenía ganas de llorar, se sentía como una niña pequeña.

La sonrisa transformó el rostro en Luca una vez más, quien desvió los ojos hacia el recuerdo del golpe sordo antes de responder.

-No estamos hablando de nada sexual, Sofía ¿cuándo comenzaste a inclinarte hacia esos temas? –El labio lastimado fue de pronto el centro de la escena.- No, señorita, creo que ya hablamos acerca de mantener tu virtud intacta. Nadie quiere apresurar las cosas. Te necesito así como ahora.

Se puso de pie y caminó hacia la puerta, Sofía no tuvo tiempo de continuar distrayéndolo. Tras un “enseguida vuelvo”, abandonó la habitación y la encerró con llave; dejándola sola, inquieta y atemorizada.

Ella inspeccionó todo el ambiente. No halló salida posible. Fuera de la puerta que traspasara Luca, la del baño y la que iba de regreso al cuarto, todas estaban tapiadas con disimulo. Abrió un armario sólo para encontrarlo carbonizado por dentro. La intensidad del olor a quemado la golpeó de pronto, haciéndola caer en la cuenta de que nunca se había disipado del todo, sino que ella se había acostumbrado a él. Las puertas parecían haber sido cambiadas para ocultar la misma negrura que carcomía a casi todo el edificio. Cuánto disfraz a la vista, Sofía odiaba haber sido tan ciega. La casa estaba abandonada. Eso era lo que todos verían desde el exterior. El primer lugar donde la llevara su amado preceptor podía estar a kilómetros de distancia. Todo su mundo real podía estar tan lejos que, aunque lograra volver a alcanzarlo, podría ya nunca ser el mismo.


Luca entró en la habitación como un carcelero con la certeza de hallar la celda vacía. Al ver a Sebastián en el mismo lugar y postura en que lo había dejado, quedó paralizado sin saber qué hacer. Todo parecía estar en orden y su prisionero lo miraba con extrañeza. Un portazo puso fin a la situación. No necesitaba dar explicaciones, pero su cabeza no se quedaría tranquila de ahí en adelante.

Sebastián suspiró de alivio. Había vuelto a atarse para no despertar sospechas. Su intención inmediata no era escaparse, sino aflojar las sogas y recuperar su cuerpo. Le había costado mantener la compostura frente a Luca, sus extremidades estaban siendo aguijoneadas por millones de puñales invisibles. Era buena señal, pero el dolor era casi insoportable.

Ahora podía mover manos y pies para evitar que volvieran a entumecerse; tenía una navaja bien escondida y había conseguido alterar al psicópata, ¿acaso podía pedir más?

-Un tostado con jugo de naranja exprimido me vendrían muy bien… –murmuró y se tragó la risa que pugnaba por escapársele.


El rostro desencajado de Luca puso a Sofía un límite para su actuación, debía pisar con cuidado.

-¿Estás bien? –Su preocupación era real, aunque fuese orientada hacia otra parte.- Estás tenso…

-Estoy bien. –Pero su mirada no mentía.- Creo que vamos a tener que ganarle al tiempo, adelantar las cosas. Toda esta situación me pone nervioso y puedo llegar a hacer las cosas mal. No quiero que eso pase.

-No queremos. –Ella le sonrió, tomándolo de la mano.- Yo voy a estar lista cuando vos quieras. Me gustaría saber más detalles de cómo será… para prepararme para vos.

-Mañana, Sofía. Estoy muy cansado. Necesito pensar demasiadas cosas. –La miró y ella pudo sentir cierta consideración en la pregunta que le hizo a continuación.- ¿No te molesta volver al cuarto? Necesito estar solo…

Sofía le dedicó su mejor sonrisa, lo besó en los labios y le pidió que la acompañara hasta su caja de cristal.

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