¿Qué es Sed?

Allá por julio del 2007 (sí, quién diría que pasó tanto tiempo, no?), andaba enojada con mi inspiración ausente y decidí sentarme y obligarme a escribir algo. Vino una imagen a mi cabeza. Oscura, extraña. Jugué a describirla. Así surgió el primer capítulo de Sed (que en ese momento para mí era "estacosaquestoyescribiendo").

No soy una persona de esas que finalizan los proyectos que comienzan, pero a medida que surgieron capítulos y la gente se fue enganchando... adquirió este título (provisorio u_u jajaja) y ya no hubo marcha atrás.

Es gracias a ustedes -a su avidez de beber más y más de la trama- que Sed acaba de arribar a su capítulo 50, el último de la historia. Bueno, y a unos cuantos picotones de Pablo (mi novio) n_n

Ahora comienza la etapa de corrección, espero que no se haga demasiado larga... y a ver qué pasa con la editorial, porque tengo pensado publicarlo :D


Quiero agradecerles enormemente el aguante. La paciencia, los comentarios, las críticas, o que sólo hayan leído sin decir nada. Las palabras están para ser leídas, ese es su mayor destino.

Un abrazo gigantesco que los abarque a todos ^^


Sed es una historia que gira en torno a la soledad y la necesidad e idealización del otro. Es una novela salpicada de sangre, algo de sensualidad y mucho misterio.

Los acontecimientos que transcurren en ella, van entrelazando las vidas de los personajes. A veces para bien, a veces para mal... otras para peor.

Los invito a leerla y criticarla con confianza. De eso se alimenta mi escritura.


El contenido de esta historia puede resultar ofensivo para algunas personas, si usted es de esas que se ofenden.... por favor diríjase a otra parte.
Muchas gracias y disculpe las molestias ocasionadas.


Atte, La autora.

4/3/10

.: XLIV :. (Manifiesto)

Imagen: Face to face


El sueño reparador se había convertido en una utopía en el caserón verde, cuyos tres inquilinos no dejaban de pensar a toda velocidad. El tiempo era otro factor que se desvirtuaba dentro de aquellas paredes. ¿Cómo puede un prisionero medir objetivamente el transcurso de su condena? A su manera, cada uno de ellos lo era; y sus respectivas prisiones eran lo que les quitaba el sueño.

Cerca del amanecer, Luca –o la parte de ese ser que estuviera de turno- abrió la puerta de la habitación en que Sebastián, con los ojos enrojecidos clavados en la puerta, lo estaba esperando.

-Tenemos que hablar –demandó el maniatado.- Hablar de Sofía y de ese maldito viento que te surge y que no sabés manejar, ¿cómo estás tan seguro de que no vas a lastimarla? ¿Qué te hace pensar que vos sabés lo que es bueno para ella?

-Nadie sabe mejor que yo lo que es bueno para ella. –Luca sonrió, condescendiente.- Y jamás podría lastimarla porque ella es mi camino a la salvación.

-¿Cuál es el papel que juego yo en todo esto? Dijiste que ibas a matarme. Y te pensás que Sofía va a tomar eso como algo normal, ¿no? Te creés que ella está tan loca como vos, que unos días al lado tuyo van a hacer que comprenda el mundo desde tu punto de vista enfermo. ¿Por qué no la dejás volver al lado de su familia? ¿Te da envidia que sus padres la comprendan, la respalden, le den el futuro que no pudiste tener? ¿Cómo pensás que va a reaccionar cuando sepa que su amado preceptor es una mujer? ¿eh…? –El rostro de Sebastián enrojecía a medida que las palabras salían disparadas de su boca.

Luca avanzó con lentitud y se sentó al borde de la cama. Su rostro impasible no permitía anticipar sus movimientos. Una mano velocísima tomó a Sebastián por el cuello y comenzó a apretar. Sus ojos se clavaban en los de su víctima como puñales ansiosos por perforar, horadar, lastimar, desangrar.

-Callate, mierda. No tenés la más puta idea de lo que estás hablando. Si todo dependiese de mis creencias a esta altura no estarías respirando. Esto es solamente un anticipo. ¿Se siente bien? –Apretó con más fuerza y observó con satisfacción cómo empezaba a oscurecerse el rostro.- Si estás vivo es gracias a Sofía. Dejá de hacer conjeturas porque nunca vas a lograr comprender. Todo esto está más allá de tu sucia mente profana.

Cuando Luca aflojó un poco la presión en el cuello de Sebastián; la mano de éste, liberada de sus ataduras, blandió en el aire la navaja que guardaba oculta entre sus ropas. Antes de volver a respirar ya le había provocado dos cortes en los brazos y apuntaba hacia la sonrisa que aún prevalecía en aquel rostro demente.

Con una carcajada triunfal, la navaja fue arrebatada de los dedos de Sebastián y redirigida hacia su propio rostro. Podía ver la sangre manchando la hoja, podía observarla en surcos recorriendo los brazos que ahora lo mantenían preso contra el colchón sin la más mínima oportunidad de moverse. Si existía dolor en la mente de aquel ser que reía como desquiciado no era él quien se lo había proporcionado.

Sebastián sintió que todo lo sobrepasaba. Lamentó no haber podido advertir a tiempo la dimensión de los sucesos que se le precipitaban encima, porque tuvo la certeza de que no saldría de allí para ayudar a Sofía; que ambos morirían en manos del psicópata que seguiría riendo hasta el fin de los tiempos.

-Así que el ratón tiene ganas de jugar. –Lamió la sangre de la navaja con una expresión de gozo indescriptible.- Bueno, sus deseos se harán realidad… Nadie dice que no pueda dejarte un poco maltrecho, pero vivo al fin… No sé qué estado será de tu preferencia. O sí lo sé. Igual va a ser más divertido que lo averigües por tu cuenta.


Sofía caminaba de una punta a la otra del cuarto mascullando palabras entre dientes. No podía evitar repetir los fragmentos que conocía de la mente de Luca, intentando anticipar en su propia cabeza los pormenores de maldito ritual. Trataba de ganarle al tiempo que, inexorable, traería la verdadera descripción que necesitaba pero no estaba segura de querer conocer.

Abrazaba con recelo al oso de peluche que había recuperado su columna vertebral. Su arma secreta no debía ser descubierta.

Hubo momentos oscuros en que se preguntara la procedencia de tal instrumento. Pero la oscuridad nunca fue buena aliada de las especulaciones. Sobre todo si giran alrededor de un objeto afilado descubierto dentro del muñeco de un psicópata -por más que dicho psicópata alguna vez haya sido un niño-. Ninguna imagen quería estar más lejos de la mente de Sofía que la de un preadolescente torturador por naturaleza. Nunca se le ocurrió que las torturas podían ser auto infligidas.

Un grito lejano la arrancó de su ensimismamiento. Toda su piel se erizó de terror y el corazón le latió desaforado. Se puso en alerta como un animal huyendo del peor de los predadores. Aguzó el oído pero no oyó nada más. Los segundos parecieron amontonarse sobre sus hombros, convirtiéndose en un peso insoportable. El siguiente sonido que quebró la noche fue el del pasador destrabando la puerta. Tuvo que sentarse en la cama sin poder soltar el peluche que, pese a su contenido, era en ese momento el más inútil de los consuelos.

La puerta se abrió dejando paso a una figura pálida, ojerosa y ensangrentada que se arrodilló a sus pies en silencio.

Sofía temía respirar de manera inadecuada. Demasiados interrogantes la asaltaban como para retomar su papel con la seguridad que debía. Sólo atinó a apoyar una mano sobre la cabeza que reposaba en sus rodillas, sin animarse a ser la primera en romper el silencio.

-No pude contenerme… –murmuró Luca en un hilo de voz.- Tuve que responder… con la misma intensidad… pero al final no pude contenerme…perdí el control de mis fuerzas…

Sofía derramaba lágrimas en silencio. Toda la estructura de su mundo interno amenazaba con colapsar. Debía mantenerse entera si quería salir viva de allí. Su cuerpo se tensionó por completo, apretó los puños sin darse cuenta. En uno, el oso de peluche; en el otro, un mechón de pelos que obligó a Luca a doblar la cabeza hacia atrás. No fue consciente del odio que se reflejaba en sus ojos, más intenso que cualquier otro sentimiento. Los cerró un momento y respiró hondo.

-No… no quise… –Allí estaba al fin, de manifiesto en esa mirada ¿Cómo podía haber dudado siquiera un instante? Se sintió sucio, blasfemo, indigno.- Sé que estuve mal… que él es… tu hermano mayor… y yo no debí… dejarlo en ese estado… pero pero… si está vivo es porque pensé que… podía perderte… si lo mataba en ese momento… ¿Podrás… podrás perdonarme, mi amor?

Entre los balbuceos, Sofía captó el baboso reptar de la locura ocultándose en cada pausa, en cada intento por hilar una frase, en cada palabra que luchaba por salir de sus labios. Soltó el mechón de pelo que aún aferraba. Debía pensar en Sebastián.

Tragándose el miedo y la repugnancia que la invadían en ese momento, estiró una mano y acarició los brazos de heridas aún abiertas. Sebastián había librado una buena batalla. La voluntad de Sofía se agigantó de repente.

-Cómo podría no perdonarte... –Abrazó la cabeza de su captor para ocultar las incontenibles lágrimas de alivio. Ese llanto era privado, no quería compartirlo ni utilizarlo.- Los dos sabemos que somos el uno para el otro. Y vas a pasar a formar parte mía y yo parte tuya, como me explicaste. Pero… necesito pedirte dos cosas, ¿puede ser?

La cabeza asintió en silencio.

-Primero quiero que termines de contarme cómo va a ser nuestro ritual. Me mata la expectativa. No puedo controlar la emoción cuando intento imaginarlo, necesito saber. –Tras una pausa prudencial, Sofía agregó:- Y quiero ver a Sebastián. Hoy. Después ya nada más que nosotros va a importar.

-Como quieras… –Los ojos de Luca la observaban como un fanático descerebrado que obedece órdenes. Sin embargo, Sofía sabía que no podía confiarse demasiado. Que ese loco, por más sumiso que se le presentara, podía romperle el cuello de un solo movimiento.- Primero necesito lavarme. Después vengo y hablamos.

Se retiró, arrastrando la mirada por el suelo.

Sofía no pudo interpretar su estado anímico y se quedó con la vista clavada en la puerta, esperando; llorando de alivio porque Sebastián seguía vivo pero con un terror creciente por la suerte que ambos podían correr.

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