¿Qué es Sed?

Allá por julio del 2007 (sí, quién diría que pasó tanto tiempo, no?), andaba enojada con mi inspiración ausente y decidí sentarme y obligarme a escribir algo. Vino una imagen a mi cabeza. Oscura, extraña. Jugué a describirla. Así surgió el primer capítulo de Sed (que en ese momento para mí era "estacosaquestoyescribiendo").

No soy una persona de esas que finalizan los proyectos que comienzan, pero a medida que surgieron capítulos y la gente se fue enganchando... adquirió este título (provisorio u_u jajaja) y ya no hubo marcha atrás.

Es gracias a ustedes -a su avidez de beber más y más de la trama- que Sed acaba de arribar a su capítulo 50, el último de la historia. Bueno, y a unos cuantos picotones de Pablo (mi novio) n_n

Ahora comienza la etapa de corrección, espero que no se haga demasiado larga... y a ver qué pasa con la editorial, porque tengo pensado publicarlo :D


Quiero agradecerles enormemente el aguante. La paciencia, los comentarios, las críticas, o que sólo hayan leído sin decir nada. Las palabras están para ser leídas, ese es su mayor destino.

Un abrazo gigantesco que los abarque a todos ^^


Sed es una historia que gira en torno a la soledad y la necesidad e idealización del otro. Es una novela salpicada de sangre, algo de sensualidad y mucho misterio.

Los acontecimientos que transcurren en ella, van entrelazando las vidas de los personajes. A veces para bien, a veces para mal... otras para peor.

Los invito a leerla y criticarla con confianza. De eso se alimenta mi escritura.


El contenido de esta historia puede resultar ofensivo para algunas personas, si usted es de esas que se ofenden.... por favor diríjase a otra parte.
Muchas gracias y disculpe las molestias ocasionadas.


Atte, La autora.

20/4/10

.: IL :. (Reencuentro)

Imagen: What Life´s Like - Balance



Es inútil intentar describir la reacción de los padres de Sofía al recibir la noticia de que su hija se hallaba sana y salva. Lágrimas, risas, abrazos y gritos se entremezclaron sin orden ni coherencia. Fue un reencuentro profundo en que un hombre y una mujer se vieron a los ojos desde una desnudez absoluta y descubrieron que continuaban amándose después de todo.

Sofía fue llevada a un hospital pese a no presentar heridas graves visibles. Allí fue donde Norma y Roberto recién pudieron verla. Bañada, vestida con una bata de quirófano y pálida como el marfil. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar; el labio lastimado le daba a su rostro un gesto de continuo fastidio. Más allá de esos detalles ínfimos había algo subyacente que contrastaba con la Sofía que había sido una semana atrás, que la hacía más adulta. Para su madre era la mirada. Para su padre, la actitud.

En el abrazo entre los tres, sin embargo, volvió a ser una pequeña nena llorosa que balbuceaba pidiendo perdón y juraba portarse bien el resto de su vida. El aluvión de lágrimas paternas y maternas lavó las culpas, al menos de momento. Entonces Sofía preguntó por Sebastián, de quien Norma y Roberto no tenían noticias. El llanto regresó junto con la descripción del estado en que el profesor había quedado y cómo enfrentara a su captor. Hubo muchas partes omitidas que quedarían en secreto entre los protagonistas.

-Ahora vamos a ver cómo está Seba. Descansá un poco, Sofi. –El tono protector de su padre casi hace que el llanto acuda de nuevo.- ¿Vos estás bien? Nos dijo el doctor que tenías un corte en el muslo…

La mirada de la joven se endureció. Por un momento los padres vislumbraron el rostro de la mujer adulta que sería algún día. Temieron escuchar una confesión escabrosa de labios de su hija.

-No es nada. Ese corte me lo hice yo –confesó ante el horror de su madre.- No se preocupen, no es profundo y ya está cerrando. Era necesario. Era parte de un simulacro que nos ayudó a salir de ahí.

Ambos tenían razón. Era su mirada y también su actitud. Las dos cosas les dieron a entender que no habría más explicaciones al respecto y que no tenían derecho a pedirlas. Supieron resignarse. Era suficiente saber que su hija estaba viva, sana y entera en todo sentido.

La puerta de la habitación se abrió para dar paso a un hombre bajo, gordo y con ojeras considerables, que aún lograba sonreír sin esforzarse. Tenía motivos para hacerlo. Se acercó al matrimonio, apoyó una mano en el hombro de cada uno y dijo en voz baja algo que Sofía no supo descifrar. Los padres abandonaron la habitación sin decir nada. El hombre se acercó a ella.

-Mucho gusto, Sofía; mi nombre es Gerardo López. Soy investigador privado. Tu papá me contrató para encontrarte. –Le tendió una mano que la adolescente estrechó de buena gana.- Estaba ansioso por hablarte de algunas cosas antes de retirarme a hibernar. Ya no estoy para estos trotes.

-Mucho gusto. –Sofía sonrió.- Yo tengo algunas preguntas también.

-Me parece justo. Dejame decirte primero que admiro tu valentía y la de Sebastián por hacer frente a semejante engendro. Yo lo tuve delante menos de cinco minutos y casi me… defeco encima. En serio. Supongo que llegué para el momento en que casi no le quedaban máscaras.

Ella asintió en silencio intentando no imaginar lo que habría bajo la última de las máscaras.

-También quiero disculparme. Por haber llegado tan tarde. –El gesto de López provocó un nudo en la garganta de Sofía.- Quisiera haberles ahorrado tanto dolor, pero me fue imposible acelerar las cosas. Una cabeza tan rebuscada es difícil de comprender y sobre todo de seguir el rastro.

Sofía sentía la culpa aguijoneando su alma. No cabía hacer ningún reproche. Si ella en primer lugar no hubiese sido tan estúpida…

El investigador pareció leerle el pensamiento.

-No, nena... –Se acercó y la tomó de la mano.- Ese tipo de psicópatas vive tejiendo redes. Te hubiese envuelto de cualquier manera, aunque te dieras cuenta a tiempo. No te eches encima toda la culpa. No vas a poder soportar el peso.

El nudo cerró la garganta por completo y la obligó a estallar en sollozos. López la dejó desahogarse un rato y luego, tomándola por la barbilla, la hizo mirarlo a sus ojos extenuados.

-Yo sé que sos fuerte, chiquita. Ahora vamos a necesitar de toda tu colaboración para que ese monstruo no vuelva a ver la luz del sol. –La mirada de Sofía hizo que López se sintiera orgulloso y satisfecho.


-Doctor, ¿usted dice que se va a poner bien? ¿Cuándo se va a despertar? ¿Cuándo podemos verlo? –El semblante de Diego reflejaba la preocupación de todos a la vez.

-¿Podrá jugar a la pelota el domingo, doctor? –Sergio no perdía su sentido del humor ni en las situaciones más extremas.- Calmate, Diego. Parecés la novia. Dejá respirar al pobre médico, que sino no va a poder hablar.

-En un par de horas podrá recibir visitas. Con tranquilidad por favor, que está en estado delicado. Hubo que coser varias heridas, había una infección importante. Perdió bastante sangre. Debido a las múltiples heridas de diferente naturaleza hubo tanto hemorragias externas como internas. Todavía estamos haciendo análisis. Estuvo muy cerca de perder la vida. Si hubiese pasado más tiempo estoy seguro de que la situación actual sería muy diferente.


Sebastián estaba despierto pero no lograba abrir los ojos. Nunca en su vida se había sentido más cansado. Necesitaba saber dónde se hallaba, oía murmullos a su alrededor. No podía recordar…

-Ahí abrió un ojo, abrió un ojo. –La voz de Diego rebosaba de entusiasmo aunque intentara controlar el volumen. Unos golpes apagados siguieron a la proclama. Sebastián abrió el otro ojo y pudo ver a Sergio aplaudiendo con las manos metidas en las mangas de la camisa para aplacar el sonido.- No lo hagas reír, tarado, ¿no ves que le duele todo? Pobre Seba, ¿cómo estás?

Sebastián asintió sonriendo. Le dolía todo, pero se sentía bien. La pesadilla había terminado.

-El doctor dijo que te cosieron un par de brazos nuevos y una pierna extra. Así, la próxima vez que te ataque un demente vas a estar mejor equipado para defenderte. También podrías considerar avisarnos cuando vayas a embarcarte en una nueva aventura. No queremos perdernos toda la diversión. –Más allá de las palabras de Sergio había cierta cuota de reproche y una enorme sensación de alivio al ver a su amigo volviendo a abrir los ojos.

Sebastián no podía hablar. El cansancio volvió a abatir su cuerpo y se hundió en un sueño profundo.


Norma observaba el rostro dormido del joven y un sentimiento de gratitud embargaba su corazón de madre. ¡Cuánto había sufrido Seba por su hija! Desde antes del secuestro en sí mismo hasta las numerosas heridas que surcaban su cuerpo. No estaba segura de querer saber lo que había sucedido en aquella horrible casa. Un lugar siniestro desde siempre, según el resumen que les había hecho López.

Acarició el brazo desnudo en un lugar libre de cicatrices. Alrededor de la muñeca una aureola morada delataba imágenes que Norma luchó por eludir sin demasiado éxito. Tuvo que llevarse la mano a la boca para reprimir un sollozo.

Sebastián la observaba con los ojos inundados de lágrimas. La mujer le cubrió la mano de besos hasta que la voz ronca del joven la detuvo.

-Norma… por favor… yo necesito… pedir… perdón. –Su rostro empapado asintió ante la negativa de la mujer a quien el llanto impedía pronunciar palabra.- Si yo hubiese hablado a tiempo… esto se podría haber evitado.

Una mano en el otro brazo lo obligó a voltear la cabeza.

-Seba, si no hubieras estado tan cerca de Sofía, no podríamos haberla encontrado viva. Es muy posible que todo pasara pese a tu decisión de hablar. Conozco a mi hija y sé de lo que su rebeldía es capaz. Gracias a vos ella está de vuelta con nosotros. –Roberto ya no lloraba, pero un gran cambio se había generado en el carácter de aquel hombre.- No nos va a alcanzar lo que nos queda de vida para demostrarte nuestro agradecimiento.

-Las cosas no son como parecen. –Sebastián sonrió.- Es gracias a ella que pudimos salir de ahí. Sofi tuvo la entereza suficiente para hacer que pudiéramos escapar. Si fuera por mí, a esta altura ya me hubiese muerto desangrado tirado en una cama. O hubiese sufrido una agonía horrible en manos de…

La voz se le quebró. El sólo recuerdo de Lu y sus sucesivas transformaciones en Luca oprimían su pecho con una angustia gigantesca.

-Ese monstruo está encerrado, Seba. –La presión de la mano de Roberto en su brazo se sintió reconfortante.- Yo me voy a ocupar de que no vuelva a salir a la calle.

Sebastián no podía imaginarse la situación. Encierro. Inmovilidad. Neutralización. Se veía a sí mismo en esas palabras con facilidad, pero no lograba aplicarlas a… ella. Se descubrió pensando que no quería saber dónde se hallaba. Podía ocurrirle que de repente sintiera ganas de verla, de constatar que el monstruo continuaba allí, que no había manera de exorcizarlo. Se odió por ello. Como si su propio cuerpo no fuese evidencia suficiente.

Un hombre grueso y de aspecto cansado entró en la habitación interrumpiendo sus cavilaciones. Roberto hizo las presentaciones.

López se adelantó y estrechó la mano de Sebastián con una sonrisa.

-Me alegra ver que estás recuperándote. Jóvenes así son necesarios en esta vida, ¿sabés? Aunque de entrada los tomemos por boludos… los viejos a veces nos equivocamos. –Ante la mirada extrañada de Sebastián, Gerardo aclaró:- Nada, nada, ya te explicarán tus amigos. Ahora lo que importa es que todo se terminó. Aráoz está encerrada y vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que permanezca así.

-¿Cómo está Sofi? –quiso saber el joven.- Lo último que me acuerdo es que estaba gritándome para que no me desmayara.

-Bien –respondió Norma.- Cansadísima, aburrida y bastante cambiada. Supongo que las cosas que vivieron en ese lugar los marcaron a los dos. Ah, y el corte que tiene en la pierna está empezando a cicatrizar.

Sebastián se ruborizó hasta las orejas e intentó esquivar la mirada escrutadora de la madre. Aunque hubiese sido tan sólo una actuación, esos detalles no podían contárselos a nadie.

-Digamos que la sacó barata –fue el comentario irónico del investigador.- O por lo menos mucho más barata que el joven aquí presente, que tuvo cortes para guardar y coleccionar. Más tarde tengo que hablar con vos de algunas cosas que habrá que declarar, Sebastián. No vamos a exigirles que revivan esta semana porque sería inhumano, pero necesitamos datos para proceder con el enjuiciamiento.

Sebastián asintió y no pudo evitar preguntar adónde habían llevado al secuestrador.

-Está en un centro de detención para individuos con su grado de peligrosidad. Donde no podrá salir y nadie podrá entrar a verlo. –La mirada de López le dio a entender que era consciente de la influencia que Lu había ejercido en él.- Nunca se sabe. Son capaces de manipular la mente de los demás hasta en las situaciones más extremas.

Sebastián dirigió su mirada hacia la ventana mientras tomaba las manos de Norma y Roberto. No se le había ocurrido hasta ese momento, pero iba a necesitar ayuda. Por primera vez en su vida estaba agradecido de estar rodeado de personas a quienes podía pedírsela.

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